El día miércoles 6 de mayo en un hecho inédito, la Presidenta de la República decide informar por medio de una entrevista que había solicitado la renuncia de todo su gabinete de ministros. Ante ello, agregó que se daría un plazo de 72 horas para buscar al equipo de reemplazantes.
El anuncio ocurre dentro de lo que han sido semanas complejas para el gobierno, siendo el ministro del Interior, la figura más expuesta a las críticas por los casos de corrupción, debido a su relación con las supuestas asesorías prestadas a las empresas del operador político Giorgio Martelli.
Es en ese escenario que se reconoce que el cambio de gabinete era necesario, pero la medida adoptada implica evaluar si ésta fue la más correcta de todas. Pues no hay que olvidar que en política, la forma es igual de importante que el fondo. En ese sentido, la acción de querer cambiar todo el gabinete ministerial, es la muestra más clara y evidente que dentro de La Moneda se vive una crisis sin precedentes.
Ahora bien, la puesta en escena tiene un mérito digno de aplaudir. Al ya abierto debate sobre la generación de un proceso constituyente en la agenda comunicacional, se suma el efecto sorpresa -captando la atención de todos- que genera la decisión de querer cambiar todo el gabinete ministerial, logrando de esta manera correr nuevamente el foco de atención respecto a los casos de corrupción que invade a la clase política.
Las instituciones republicanas con las que cuenta Chile son los principales elementos con los que es posible revertir la situación que empaña la actividad pública.
Justamente exponer mediáticamente a dichas instituciones no hace más que seguir socavando la crisis de credibilidad que se instauró en ella. Por el contrario de aquello, una política responsable debiese resguardar –aún con mayor rigor- las instituciones, siendo éstas elementos que vuelvan a dar credibilidad, confianza y respeto por una actividad noble como lo es la política.
Dicho esto, no queda más que esperar estas 72 horas de incertidumbre política. Incertidumbre que una vez realizado el cambio de gabinete, debiese traducirse en un repunte en la confianza y credibilidad hacia el gobierno. Los chilenos esperamos que la presidenta pueda desempolvar del baúl de los recuerdos un esquema y equipo político capaz de enmendar el rumbo.