Atravesamos por una nueva situación en el país, que exige nuevas tareas para enfrentar y derrotar la desigualdad. El desafío principal es responder al descrédito del sistema político, que la Presidenta Bachelet denominó esta semana como “crisis de confianza”, tarea que comienza evitando una conducta de “defensa corporativa” de quienes resulten afectados; tal actitud no haría más que agravar esa desconfianza ciudadana que cruza al sistema político en su conjunto.
Estamos “en deuda” agregó la Presidenta, por eso, he insistido en la idea de no crear focos artificiales de conflictos, desde los partidos y sus diferentes expresiones, eso no hace más que agravar el descrédito de la política y en suma, no resuelve nada.
Desde mi punto de vista, las palabras de la Presidenta Bachelet en la ceremonia en que recibió el informe de la Comisión Engel, en el sentido que: “la transparencia debe imperar en el servicio público”, da cuenta que estamos ante un nuevo desafío lo que hace absurdas y anacrónicas las “etiquetas” que se ha intentado instalar, para acomodar el debate a una visión interesada, este es el errado propósito de pretender que unos apoyan las reformas y otros no. Tal idea es falsa.
Ese criterio no da cuenta de la realidad que exige abrir una nueva mentalidad, que abandone la “cosa chica”, lo pequeño, aquello que afirma a los incondicionales pero que no sirve al país. Hay que avanzar decididamente en la recuperación de la confianza ciudadana, con una voluntad consistente, madura y sostenida que condene el enriquecimiento indebido y las malas prácticas, recuperando la ética política.
La agenda por la transparencia y la probidad es complementaria de las reformas estructurales, incluso más, su presencia colabora en un aspecto esencial: contribuye a la reparación de la confianza ciudadana. De modo que no se deben contraponer unas con otras, sino que coadyuvan entre sí. El gran objetivo es una democracia con más transparencias y más probidad; lo que algunos quisieron tapar el sol con un dedo cayó por su propio peso. Hoy, lo que menos debiese hacerse es crear conflictos y disputas antojadizas o artificiales, con debates estériles.
En la formulación del camino estratégico, los Partidos de la Nueva Mayoría deben respaldar leal y activamente a la Presidenta y el gobierno, asumiendo la responsabilidad que les corresponde, entregando su opinión y recogiendo el sentir de los actores sociales y de los protagonistas más interesados de la sociedad civil.
Los partidos son esenciales en la creación de propuestas programáticas y deliberando acerca de las medidas a proponer y del como dar solución a la encrucijada que ahora se enfrenta. Las fuerzas organizadas son irremplazables en la lucha contra los focos de corrupción y las malas prácticas, para enfrentar el clientelismo que manipula las confianzas, generando un burdo e insano apoliticismo.
La Nueva Mayoría debe tomarse en serio la advertencia de la Presidenta, “lo que está en juego es la democracia“, de manera de unirse más y no caer en pugnas inconducentes. En un régimen fuertemente presidencial como el nuestro la agenda se organiza y conduce desde la Presidencia de la República. Ello nos convoca al reforzamiento del liderazgo presidencial.
Ahora bien, es natural que el gobierno espere el respaldo de los Partidos que lo sustenta a las reformas que impulsa y a su labor como conductor del Estado, a su vez, las fuerzas políticas no pueden sino que solicitar respeto y debida consideración a sus criterios, ideas y a su rol institucional. Cada cual en su tarea, manteniendo un respeto recíproco.
En este esfuerzo conjunto, abierto a la sociedad, orientado por el interés nacional, nos proponemos entregar un aporte de acuerdo al propio rol del PS en el país a su condición de Partido popular y de izquierda, con tal apoyo el gobierno podrá avanzar en la concreción de sus reformas emblemáticas, al rehacerse las mayorías necesarias para hacer factible su materialización.
En esta etapa, la mejor contribución del PS es el fortalecimiento de su propia institucionalidad, así como, bregar por la unidad de acción y el entendimiento del bloque de gobierno, para apoyar las reformas y colaborar activamente en la derrota de los focos de corrupción, la lealtad con la Presidenta se mide en la firmeza necesaria para acompañarla en ese esfuerzo.
Se trata de tomar debida nota que la transparencia y la probidad ocupan una nueva dimensión en el interés ciudadano y en la preocupación nacional. Es absurdo pensar que ese propósito es opuesto a las reformas del Programa presidencial.
Además, en forma unitaria, debiésemos avanzar en la creación de condiciones que instalen la idea de una reforma constitucional que permita la elección del próximo Congreso Nacional con facultades constituyentes.
Ahora se cuenta con un sistema proporcional que abre paso a esta idea, de modo que sea el nuevo Parlamento, la institución que elabore una proposición constitucional, en un debate abierto y participativo, que luego sea llevada a un Plebiscito para obtener una Constitución, “nacida” en democracia.