Los hechos de colusión, corrupción, negociaciones incompatibles, financiamiento ilegal de políticos, captura de partidos por parte de grupos económicos, constituyen una amenaza real al sistema democrático.
La democracia chilena no se encuentra hoy amenazada por golpes de Estado, terrorismo o por discursos incendiarios. Más bien pareciera que la espada de Damocles proviene de su interior, de la propia lógica que alimenta al sistema, esto es de la idea que cada uno puede ejercer su libertad sin consideración a las leyes ni a los deberes que imponen los valores republicanos.
En cierta forma, lo que estamos viviendo en Chile es una consecuencia lógica del predominio de la mentalidad neoliberal, donde el hombre es el lobo del hombre, donde no hay límites para maximizar los beneficios y aprovechar las oportunidades. Sus ideólogos insisten en que la naturaleza de los seres humanos está dominada por la búsqueda del mayor beneficio personal, que somos seres egoístas, solitarios, autosuficientes, que las personas se mueven exclusivamente por intereses materiales o por poder y que sólo requieren del otro en forma puntual o anecdótica.
Consecuentemente, vivimos en una sociedad donde el éxito se mide por el saldo de la cuenta corriente y el reconocimiento depende de la billetera.
En el fondo, se trata de lo que Todorov en su libro “Los enemigos íntimos de la Democracia” denomina la hibris, la desmesura, la ausencia de humildad, el impulso irracional y desequilibrado de los poderosos por transgredir los límites impuestos por la ley y el sentido común. La creencia que la mera voluntad es excusa suficiente para justificar las acciones, el desprecio por el otro, la pasión por el dinero y el poder.
Esta mentalidad ha penetrado hasta el fondo del alma en nuestro país, afectando al mundo empresarial y al político. Las declaraciones de las personas imputadas o cuestionadas dan cuenta del hecho que ellas siguen considerando que han actuado correctamente, sin darse cuenta del daño que han causado a uno de los patrimonios más importantes e invaluables de la sociedad: la confianza.
En la sociedad contemporánea, el peligro para la democracia no emana del poder desmesurado del Estado, sino por el contrario, del fortalecimiento sin precedentes de la libertad y la autonomía con que determinados individuos o grupos que acumulan grandes riquezas y poder político o mediático, ponen en peligro el bienestar de toda la sociedad.
Reaccionar para fortalecer la democracia es un imperativo puesto que es de sobra conocido que los sustitutos populistas o dictatoriales empiezan o terminan sacrificando las libertades y los derechos humanos.Si bien todas las reformas anunciadas por el gobierno son relevantes y necesarias, ninguna reforma estructural puede ser hoy más importante que sanear el sistema político y el funcionamiento de los mercados.
No entenderlo equivale a no comprender la envergadura de la crisis de confianza que afecta a la sociedad chilena y cómo ésta puede terminar perturbando nuestra frágil democracia.