24 feb 2015

¿Por qué las empresas y gobiernos necesitan dialogar con las comunidades?

Hay una creencia creciente en muchos ámbitos de la gestión, pública o privada, acerca de que aquellos funcionarios que tienen ciertos grados de poder, instituido por una corporación o votado por los ciudadanos, son los que tienen todo más claro como para conducir los destinos de un proyecto.

No importa si se trata de una micro empresa, una multinacional o un país entero, todos queremos ser escuchados.

Asistimos a una era de cambios vertiginosos, donde el caudal de información circulante produce mucho ruido, y es tal la velocidad de los cambios que, inevitablemente, podemos sentirnos apabullados por tantos estímulos al mismo tiempo.

Por eso es clave dialogar, silenciarnos y escuchar. Este principio tan sencillo, que es, a su vez, clave del proceso de la comunicación humana (“escuchar antes de hablar”), en muchos casos parece haberse perdido. Por eso, algunas posturas y tomas de decisiones “desde arriba” pueden percibirse por las mayorías o comunidades, como impuestas y sin posibilidad de cambio o al menos, de consideración de puntos de vista diferentes.

Es clave, entonces, un replanteo sensible y humano, hacia una mayor tolerancia y capacidad de escucha. Escucha activa, aquella que se revela como verdaderamente interesada en la opinión o percepción del otro.

La decisión final sobre el curso de las cosas, en regímenes democráticos como el que tenemos el privilegio de haber conquistado en muchos países, nos da la posibilidad de alentar la libertad de expresión sin concesiones. Aún las posturas más retrógradas reconocen que en más del 90% de los casos se hace necesaria esta apertura para conocer en profundidad el punto de vista de un público objetivo; una comunidad; un equipo de trabajadores y hasta de la mayoría de un país.

¿Es posible satisfacer a todos y todas?  Prácticamente imposible. Hay muchas decisiones que, necesariamente, implicarán un riesgo, y por eso, desde altos niveles de conducción, necesitan estar entrenados para aceptar, considerar y entender la diferencia de visiones y puntos de vista. Incluso en aspectos sensibles y debates sumamente fuertes y confrontantes, no es necesario justificar –aunque sí tener la apertura necesaria- para entender la otra parte.

El enfoque y la altitud con la que observamos las situaciones se convierte en un elemento clave. Por lo general, en estos tiempos, la dinámica es ver las cosas en términos absolutos.Sin embargo existen matices y colores que pueden, incluso, mejorar el resultado feliz, convirtiendo la experiencia en un “ganar / ganar”  para todos.

Necesariamente en ese proceso, ambas partes ceden un poco, y se logra un buen punto medio que puede representar los intereses o anhelos de ambos sectores.

Es así que en un país donde los proyectos gigantescos de infraestructura en muchos casos atraviesan ciudades y comunidades, este virtual sentimiento de “invasión” necesita de un catalizador de diálogo comunitario, eficaz y pertinente; estratégicamente diseñado para lograr un espíritu de consenso, que, si bien no será probablemente del ciento por ciento, ayudara a acotar las brechas de separación y de reclamos mutuos.

La responsabilidad mayor está en la dirigencia, en todos los niveles. Desde las cabezas de una empresa, hasta las juntas de vecinos y todas las instituciones intermedias. El diálogo construye y permite rearmar nuevos modelos de relacionamiento, que, lejos de dejar secuelas dolorosas en las comunidades, ayuda a establecer un nuevo nivel, un punto de innovación a partir del cual seguir evolucionando.

Quienes trabajamos profesionalmente en facilitar procesos de cambio, hemos comprobado que en las comunidades, como en la vida; en los gobiernos y empresas, como en todo tipo de organizaciones, este proceso requiere de tiempo.

Aunque más que tiempo se requiere voluntad de ambos lados para persistir en el objetivo final, y en la disposición al diálogo. Es ésta la única forma de crecer como un conjunto de ciudadanos que, en determinado punto de evolución, nos vemos en la necesidad de alcanzar acuerdos básicos, pensando en lo que es lo mejor. Es decir, el bien mayor de todos… o lo más cercano a esto.

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