El Debate político de los últimos meses se ha caracterizado, más por la crítica a los adversarios que por la afirmación de la propia identidad. Ello ha llevado a una mixtificación de los perfiles partidarios.
La Democracia Cristiana no escapa a esta calificación externa y pocas veces se destaca su real posición ante los temas nacionales de hoy, ante su pasado y ante el futuro nacional.
Es verdad que en nuestro partido han existido siempre visiones distintas sobre temas específicos y es ahí donde debemos recurrir a sus documentos fundacionales, a sus congresos y fuentes nacionales.
Es también muy rica su tradición parlamentaria y de los estudiosos de la política pública y su bibliografía, especialmente europea y chilena. Frei Montalva, Tomic, Leighton, Fuentealba, Palma, Fortunati y tantos otros que nos pueden dar un marco claro de su mensaje.Además, por cierto, de Maritain, Leon Bloy, las Encíclicas Papales que intento reconstruir y también señalar lo que no somos.
La base documental de la DC es el Humanismo Cristiano, surgido desde las bases señaladas.
Nuestra base ideológica para hacer eficiente ese humanismo cristiano es la concepción personalista de la sociedad, la libertad política, la democracia participativa, el bien común y el rol del Estado que lo debe administrar con justicia y equidad.
Nuestra acción política es el programa del partido aplicable a cada época y en las circunstancias que requieren políticas nacionales o sectoriales también eficientes.
¿Qué somos entonces?
Somos un grupo de hombres y mujeres, trabajadores y jóvenes profesionales y pequeños empresarios, profesores e intelectuales que, libremente y en democracia, quieren transformar el mundo para lograr una sociedad capaz de desarrollar en el Hombre sus propias capacidades.
No somos entonces una utopía estatista, ni una falsa utopía mercadista y tampoco somos un punto intermedio entre la derecha y la izquierda
Somos un pensamiento crítico de la vieja burguesía para –sobre ella- construir un mundo solidario y justo.
No somos entonces un mero factor reformador, sino un impulso transformador de fondo como hoy queremos hacerlo.
Somos un esfuerzo ciudadano con claridad de ideas, con fuerza emocional y con las manos limpias.