Hace unas semanas nos encontramos con algo poco habitual en nuestro paisaje político. Hubo un breve intercambio de opiniones de forma escrita entre el rector Carlos Peña y Roberto Ampuero.El objeto de la polémica fue el discurso que Ampuero realizó en la última ENADE, el cual Peña criticó, lo que conllevó una defensa por parte del ex ministro de Cultura para terminar en una breve replica final de Peña.
Fue gratificante seguir este breve duelo. Esto me motivó a leer el discurso y reflexionar sobre lo que había acontecido en la cita empresarial.
La ENADE es el encuentro de los grandes empresarios del país, una instancia importante donde todos los actores que asisten emiten señales. Una de ellas fue el fuerte aplauso y apoyo que dieron al discurso de Roberto Ampuero. ¿Qué les dijeron para que se sintieran emocionalmente tan gratificados? Vamos al discurso.
Primero, sostiene la idea de que el estado anímico del país está mal y que “…todos sentimos que algo impreciso, nocivo y destructivo para el país se está incubando en el aire de la noche chilena.” Una amenaza nos acecha a todos. Esto se debería al “clima de odios” que se está empezando a instalar.
Segundo, apela al recuerdo del proceso de la Unidad Popular para hacer un paralelo con la situación actual. “… Esto de vivir bajo un gobierno elegido democráticamente que se plantea reformular estructuralmente el país…” Lo identifica como el inicio de divisiones que llevan a la tragedia y el “naufragio nacional”. Ofrece al público la voz del converso que no solo vivió ese momento histórico, sino que además estaba en la vereda equivocada, por lo cual habla con un aire de superioridad.
Tercero, hace un llamado a “mostrarnos más prudentes, moderados, tolerantes, modestos y conciliadores, más generosos a la hora de renunciar a nuestras metas máximas.” Reafirma la necesidad de la negociación y el consenso para no caer en la lógica refundacional. Es una interpelación directa al gobierno y el programa de reformas.
Cuarto, marca una hoja de ruta política de tipo “piñerista” compuesta por cuatro puntos: condena a cualquier violación de DDHH; valorización del privado ante la “idealización del Estado”; autocritica a la derecha por no defender las ideas de la libertad ante el Estado; critica a Bachelet por no condenar al régimen de la RDA.
Es un texto plagado de la lógica izquierda – derecha, donde la palabra derecha prácticamente no es mencionada y la palabra izquierda es reiterada para reflejar en ella el cúmulo de males que aquejan al país.
Es un texto con un tono fuerte, casi agresivo, que claramente ayuda a crear el ambiente por el cual dice estar preocupado. Habla del adversario. Es un discurso que se pudo haber dado en un consejo general de la UDI o RN, donde los aplausos y el entusiasmo hubiesen sido los mismos que en la ENADE.
El peligro principal que identifica es el supuesto carácter refundacional del programa de gobierno. Pero si se analiza con calma, las reformas son un ajuste de tinte socialdemócrata en un orden social fuertemente estructurado por la lógica neoliberal.
El tema de la nueva Constitución podría tener un tinte refundacional, pero hasta eso no es correcto.Cuando se establece la necesidad de contar con una nueva Constitución, se hace para actualizar el contrato político en sintonía con la sociedad en que vivimos, y en ningún caso refundar la República.
La nueva Constitución que se quiere elaborar no es producto de una crisis institucional sino más bien para actualizar nuestro entramado político institucional a los requerimientos de una sociedad democrática. Incluso si el mecanismo fuese una Asamblea Constituyente, ésta no tendría el carácter de refundacional. El desafío es hacer los cambios ahora de forma institucional y participativa para que no estanquemos el desarrollo político social, y nos encontremos en un futuro no muy lejano con una crisis.
Si en algo se puede coincidir con el discurso, es que efectivamente estamos en un momento político relevante y complicado, donde nada está asegurado. Por ello veo con preocupación las señales del empresariado. El entusiasmo que provoca el atizar los antiguos fantasmas del comunismo soviético para atacar las reformas es un aporte al clima “nocivo y destructivo” que se denuncia.
Es comprensible la defensa de intereses de cualquier sector económico o social, pero el gran empresariado no es cualquier actor social, el poder que tienen en la sociedad conlleva una obligación, o por lo menos una consideración, hacia el bien común.
El discurso que tanto aplaudieron no constituye un aporte al bien común, apunta a dividir y generar sospecha, potencia el estado de ánimo que dice denunciar. El llamado con que termina el discurso de que “es hora de recomponer las confianzas rotas” cuando poco antes habla de una amenaza que se cierne sobre nuestras cabezas, no hace creíble el contexto para un diálogo basado en la confianza.
Si juntamos el ferviente aplauso a Ampuero y el recibimiento que tuvo el ministro de Hacienda, se hace evidente una señal nítida y fuerte que en nada ayuda a la convivencia nacional por parte del gran empresariado.
Chile necesita empresarios que sean sensibles a las necesidades que tiene la sociedad de avanzar por caminos de mayor equidad y justicia social.