Me parece fascinante observar cómo las fuerzas del cambio intentan transformar los fundamentos del orden neoliberal sociopolítico y cultural chileno, eludiendo designarlo cómo un nuevo proceso revolucionario, pero pacífico.
Quizás fue Eduardo Frei Montalva, el único presidente moderno, que con coraje y sin tapujos, llamó a su proyecto una “revolución en libertad”. En cambio, la “vía chilena hacia el socialismo”, se- y fue- disuelta violenta y catastróficamente en sus dudas marxistas y revolucionarias, que hoy emergen cómo fantasmas y demonios liberados de sus cadenas con las que se amarraron junto a ellos, sus propios dueños y creadores.
Pero no hay que equivocarse, los de hoy, no son más que pálidos simulacros de los ímpetus revolucionarios de antaño, que cual restos y jirones de antiguas banderas, enarbolan con convicción y pasión sólo algunos jóvenes y dirigentes políticos, que adhieren con un fervor melancólico (que comparto), a viejas utopías que parecen renovadas por el neo activismo revolucionario de los jóvenes en la calle.
Y cómo siempre, es en el campo de la libertad (más la igualdad y la fraternidad) donde se debaten las principales reformas de este gobierno, ya sean de educación, salud, laborales, algunas directamente valóricas y, la de la misma constitución, cuyos efectos responsables pero algo desesperanzados sobre el futuro, según el presidente de un partido del gobierno, “los verán sólo nuestros nietos”.
Al respecto, resulta iluminador el artículo del filósofo Byung-Chul Han, aparecido en el diario “El País”, donde afirma que ya no son posibles las revoluciones, porque el poder estabilizador de una sociedad neoliberal de mercado cómo la nuestra, impregna de tal manera toda la realidad, de forma amable, seductora, e invisible, que lo hace “inatacable” con un contra poder.
Este poder radicaría en hacer “uso de la libertad” de tal manera que todos posean un sentimiento de libertad auto realizadora omnipotente e incuestionable, en base a la eficiencia de ser “su propio empresario”(y llegar hasta a “auto explotarse”), para acceder a los bienes del mercado siendo parte exitosa de el, a través del dinero. La persona como mercancía ciega de sí misma.
Afirma el autor, que las presiones y luchas externas contra y para imponer la libertad, genera feroces resistencias y luchas violentas, por lo que esta vía se ha abandonado por ineficiente en pos de la anterior.
Pues bien, hoy asistimos en Chile a esta “neo- revolución”, donde un sector quiere e intenta hacer ver a la gran mayoría de la población, que la libertad que los adormece y “los enajena”, según el autor, no es la verdadera libertad dirigida realmente al bien común y a la “recíproca valoración” de las personas.Creo que en los más pobres, y los marginados (como inmigrantes y parte del pueblo mapuche), sí se mantiene esta percepción de la libertad.
Por otra parte, otro sector, siente amenazada su sentimiento y redes de libertades, que pegajosas y cautivadoras, parecen ya ser parte de la identidad del país. Por eso, luchan y se resisten contra la perturbación del modelo de libertades actual. Esta es la verdadera lucha de sentidos que resuena oculta en lo profundo de las ideologías políticas.
Por eso, parece que los primeros, llevan todas la de ganar, aunque se aprueben las reformas “cocinadas” en noches de insomnio legislativas, llenas de café, neuróticas, febriles y por lo tanto, algo alucinadas.
Baste mencionar, que nuestro lúcido autor, nos recuerda que en una economía basada en la recíproca colaboración, siempre predomina la “dura lógica del capitalismo”, donde “nadie da voluntariamente”, y que cuando “el comunismo se venda como mercancía…asistiremos a la plenitud del capitalismo”.
¿Será esto posible? ¿Ya comienza a ser real en nuestro país la venta cómo mercancías de las últimas utopías?
¡Qué melancolía!