El 3 de septiembre lanzamos un libro titulado Teología práctica de liberación en el Chile de Salvador Allende.Estas temáticas demandan explicación.
Jesucristo nos dejó el encargo de crear fraternidad y eliminar la pobreza.Para cumplir esto la Iglesia elaboró una doctrina social. Se introdujo a esta doctrina mucha filosofía, la de los griegos por de pronto, por esto las diferentes áreas de la teología merecen la crítica que Marx dirigió a Feuerbach: los filósofos se han ocupado de explicar el mundo, mejor sería que lo transformaran. Carl Marx también deseaba transformar el mundo y eliminar la pobreza.
El Papa León XIII en 179l hubiera hecho mejor, a mi juicio, si hubiera partido de esta preocupación de Carl Marx en su encíclica Rerum Novarum. No partió de la práctica evangélica sino de la filosofía capitalista del derecho de propiedad particular.
De esta doctrina derivan las aplicaciones de los principios de Adam Smith y compañía, fundadores del pensamiento capitalista. Según esta doctrina social de la iglesia, el propietario deberá usar su propiedad en beneficio de los pobres. Una bonita doctrina pero no se practicó.
Faltó la praxis política. En vez de esta se habló de la caridad, pero ésta tampoco se practicó y el mundo dominado por las ideas liberales ha quedado como está, con ricos más ricos y pobres más pobres y desamparados. La iglesia condenando todavía el socialismo y el marxismo y prohibiendo que los obispos y sacerdotes se metan en la praxis y en política.
A esta situación ha querido responder el Concilio Vaticano II y frente a ella ha querido reaccionar “una teología práctica de liberación en el Chile de los tiempos de Salvador Allende”.
Efectivamente el Concilio Vaticano II ha declarado que la iglesia es una comunidad de fieles unidos por una tarea común (comunidad significa unidos por una tarea común co-munidad, la de hacer un mundo fraternal bajo la mirada de un Dios Padre), o sea, la iglesia por su constitución misma está urgida por una tarea común, una praxis, una política, la de transformar el mundo en un lugar fraternal.
Comprender que la iglesia tiene una tarea política, la de transformar el mundo es importante. Pero no basta. Es menester practicar lo que se ha comprendido, si no, caemos en la acusación de Marx contra Feuerbach. ¿Cómo asegurar esta praxis? No es fácil.
Un hombre genial, Juan Caminada, ha concebido un método, una estrategia, para asegurar esta praxis. Esta la encontramos en el libro que el otro día hemos lanzado.Indicaré algunos rasgos fundamentales. Juan Caminada vino a Chile en 1970, se buscó un equipo de sacerdotes y laicos que se entregaran a esta experiencia.
Un objetivo inmediato del plan era convencer a la Iglesia chilena a hacer una reforma estructural y asumir plenamente la tarea del cambio social y político en el país.Comprometer a la Iglesia chilena en un compromiso efectivo “con” la liberación de los pobres, con una política de justicia y equidad.
El equipo de sacerdotes y laicos debía ser instrumental para esta transformación. Debía cumplir ciertos pasos.
El primer paso era el “éxodo”. Salir de toda actitud o práctica burguesa en lo personal, social y también eclesial. Segundo paso “inserción”. Insertarse en el mundo del pobre, del obrero con su trabajo, sus compromisos, su política. Tercer paso “buscar la expresión religiosa que corresponda al mundo obrero”. La liturgia, los sacramentos que puedan expresar su vida, sus deseos, sus necesidades.
El cuarto paso es “el diálogo” con las autoridades de la Iglesia chilena para que pudieran recoger la experiencia del equipo.
El quinto paso estaría por la línea de constituir comunidades de base. Estas comunidades de base tendrían la autonomía suficiente como para tomar decisiones aún partidarias en lo político.
Pensemos cómo en Brasil contribuyeron a formar el Partido de los Trabajadores (el PT) y poner en la presidencia a su candidato Lula. Hemos de decir que en Chile bajo la Unidad Popular, el proyecto de Caminada tuvo sus dificultades y la oposición en definitiva de la jerarquía de la Iglesia Católica. Fue más bien rechazado aunque no formalmente porque con el golpe militar Juan Caminada y sus principales apoyos fueron desterrados de Chile.
Sin embargo, una rama del Movimiento Calama, como se llamó la iniciativa de Caminada, persistió en Chile con los participantes chilenos en la experiencia. Estos fueron: Mariano Puga, Rafael Maroto, José Correa, Santiago Fuster y José Aldunate.Nos juntamos y procuramos continuar la iniciativa de Juan constituyendo el EMO (equipo misión obrera) para reemplazar el Movimiento Calama.
No es la intención de este artículo narrar las iniciativas y vicisitudes de EMO, solo diré que logramos reconstruir un equipo de unos 40 sacerdotes, religiosos y laicos a nuestro modo dentro del régimen de la dictadura militar, continuamos la inspiración de Juan Caminada en la medida de lo posible. En esa medida logramos algunos efectos.
Y también en la medida de lo posible y dentro de una dictadura militar, logramos abrir la Iglesia al compromiso político y a una cercanía con los movimientos de izquierda.
Respecto a lo primero tenemos el testimonio de Monseñor Enrique Alvear en un excelente artículo “Iglesia y Política” que publicó en su Boletín. Respecto a lo segundo, tenemos la colaboración práctica entre católicos y marxistas que marcó bajo varios aspectos los años de la dictadura militar.
Una colaboración marcada por la asistencia oficial y caritativa de la Vicaría de la Solidaridad, el acompañamiento en la huelga de hambre, en la acción pastoral de las comunidades de base y podemos añadir, la colaboración política en partidos, colaboración que comenzó durante la dictadura y se prolongó después durante dos decenios.
En suma la estrategia de Caminada consistía en la praxis de los unos y en la conversión de los otros, de la Jerarquía a la política del Reino. Esta estrategia fracasó, pero las brasas encendidas todavía han quedado bajo las cenizas. Un día más pronto que tarde, deberán rebrotar en una Iglesia chilena comprometida a fondo con la política del Reino.