Un hecho delicado ha ocurrido en la nación y debería ser objeto de una rápida respuesta gubernamental pues se trata de injerencia en los asuntos de otro Estado y lesiones conexas por dicho acto.
En la primera página del reconocido periódico “La Tercera” aparece la información según la cual el Departamento de Estado de los Estados Unidos advierte a los turistas de la “gravedad” por bombazos que ocurren en Chile, incluso en zonas peatonales de alto tráfico.De inmediato, cumpliendo la orden dada, las cancillerías de Gran Bretaña y Bélgica han manifestado que en esta nación existe terrorismo, secundadas por Canadá y Australia.
El análisis tiene que ir en dos sentidos: uno, qué es lo que pretende ese régimen respecto a nuestro país al dar dicha información y, dos, si posee el fundamento ético y de conocimiento para aseverar ello.
En primer lugar, lo que se logra es afectar tanto a la economía como a la imagen en tanto se está hablando de un fenómeno que se encuentra en un lugar destacado debido a la connotación cruel que posee y los objetivos que pretende, especialmente ahora que el Estado Islámico, organización terrorista creada “coincidencialmente” por Estados Unidos y Gran Bretaña (incluso Hillary Clinton ratifica ello en su libro sobre política internacional), pretende extender su acción a una parte importante del mundo supuestamente.
Lo que se obtiene con dicha “revelación” sobre supuesta actividad terrorista es debilitar los esfuerzos de un gobierno legalmente constituido en tanto se pretende consolidar una visión infraestructural que permita avanzar en este campo.
Es preocupante que provoque una discusión interna que avala a los sectores vinculados a concepciones bélicas para que manifiesten que las leyes antiterroristas deben endurecerse.Todo ello constriñe la libertad nacional y la democracia.
Por otra parte, la mayoría de los chilenos ya sabe que el régimen estadounidense utiliza un doble discurso. Por ejemplo, hace dos semanas en Ferguson la policía asesinó un afroamericano de manera inmisericorde y ante las nuevas protestas a otro, ambos en condición de indefensión frente a armas automáticas, tal como lo demuestran los videos prohibidos en los Medios oficiales.
En Chile hay represión diferente donde finalmente se puede encarcelar y se libera,no se asesina después de cada manifestación ni se pone al ejército con tanquetas para controlar los actos. Tampoco se hace un prontuario criminal que impida desempeñarse laboralmente o de modo digno, propio de un sistema represivo autoritario.
Gran Bretaña tiene poco que decir en derechos humanos y bastante en terrorismo e invasión de pueblos, especialmente al ocupar Las Malvinas ilegalmente y de modo absolutamente prepotente, basado en las armas. ¡Qué decir del secuestro de Julián Assange en Londres, impedido de atenderse médicamente pese a su estado de salud al permanecer dos años encarcelado en la embajada del Ecuador!
Lo cierto es que el mito que se pretende entronizar sobre la amenaza mundial de los yihadistas hay que entenderlo como otra mentira más.
El peligro mayor para el mundo está en aquellas potencias que se apropian de los pueblos, que expolian sus riquezas, que invaden y eliminan a sus ciudadanos, todo escudado en la supuesta libertad. Hoy el terrorismo es inquietante, aunque sus autores intelectuales siguen sin ser desnudados.
Tal vez ya es hora que el gobierno chileno actúe con serenidad y fortaleza defendiendo al país e impidiendo que la injerencia externa debilite nuestra nación de modo tan procaz.
Nunca hay que olvidar que para los regímenes neocoloniales quien se atreve a levantar la vista o hablar con voz altiva es considerado un enemigo de cuidado.