El caso del marino Mauricio Ruiz representa uno de los cambios culturales más trascendentes acaecidos en el último tiempo: que una persona reconozca su homosexualidad, perteneciendo a una de las ramas de las Fuerzas Armadas.
Esto era imposible hace muy poco tiempo atrás.Ambas cosas.Una persona que se considerase gay no lo podía decir, menos si formaba parte de una institución castrense.
No ha desaparecido la homofobia, pero estos temas han pasado a ocupar un sitio totalmente diferente en las relaciones sociales en Chile.
Ello no quiere decir que no existan visiones enteramente anacrónicas, como la de aquel parlamentario ultraconservador que intentó deslegitimar la situación elevando una protesta a que hubiese “batallones de gays”, en un absurdo esfuerzo de ridiculizar la nueva perspectiva que se ha ido abriendo paso en nuestro país.
Cabe hacer notar el tino con el cual la Armada de Chile ha enfocado lo ocurrido, aceptando la situación y autorizando a uno de sus miembros a dar el paso de hacerlo público.
Este criterio ha denotado flexibilidad y tolerancia en un ámbito que desde que Chile existe como nación independiente era tabú, hermético y prohibido para un uniformado, enmarcada su individualidad y condición sexual en el estereotipo machista que presuponía que la valentía era parte del carácter belicista y propia de hombres superiores, que no eran por cierto ni civiles, ni de izquierda, ni gays.
De manera que estamos ante un hecho notable, en el cual Mauricio Ruiz ha demostrado que sí es valiente, contribuyendo a un cambio muy de fondo en la cultura nacional,aceptar la diversidad como una clave esencial del ejercicio democrático de formar parte de una misma comunidad, con un sentido de país compartido.