Quienes hemos tenido el privilegio de recorrer Chile sabemos muy bien que no sólo la geografía es la que va cambiando de norte a sur.
La verdad es que las realidades locales reflejan, además, diferencias en modismos, costumbres, fiestas populares y, por supuesto, notables cambios en lo que a precios y mercados respecta. El costo de la vida varía, pero no así el salario mínimo u otros índices que se aplican con la misma vara en todas partes.
¿Cuánto vale, por ejemplo, una lechuga en Punta Arenas? ¿Cuánto cuestan los taxis en el norte o en Valparaíso? ¿Cuánto cuesta el agua potable en el norte del país? Las preguntas son interminables y las respuestas también.
Porque Santiago no es Chile y no se trata de un eslogan regionalista, sino de una frase con contenido, que refleja la demanda permanente de los habitantes de regiones por impulsos e incentivos reales para descentralizar y fortalecer la autonomía de cada región.
Hace algunos unos días constituimos en la Cámara de Diputados una bancada regionalista, con más de 40 diputados y, ojo, no se trata de una bandera más que se levanta en pro de la descentralización. Esta vez, puedo asegurar que quienes representamos a las regiones del país pondremos en la mesa propuestas concretas que esperamos sean acogidas por el gobierno en el marco de las reformas que se tramitan y del próximo Presupuesto.
Así se los hemos dicho al ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, con quien nos reunimos en el Congreso y, bien lo sabe también el ministro de Hacienda, a quien, a través de todos los medios, le hemos manifestado que las regiones tienen un peso específico y que deben ser consideradas en las reformas y, con especial importancia y detención, en lo que será el Presupuesto de la nación que comenzaremos a tramitar dentro de muy poco en el parlamento.
Y, para adelantar, ya hemos pedido leyes descentralizadoras, que esperamos tener durante este semestre en el Congreso; y, la discusión de una Ley de Rentas Regionales, que deberá considerar la dimensión local con el objeto de incorporar nuevos componentes al patrimonio propio y de entidades como los municipios.
También se ha propuesto formalizar la existencia del Presupuesto Regional integrado en el proceso de elaboración del Presupuesto de la Nación, donde los sectores puedan concordar con las regiones, las prioridades y proyectos de inversión, estableciendo el principio de distribución y coparticipación de las regiones en los tributos recaudados nacionalmente a fin de duplicar, en forma gradual, el actual gasto realizado a través de instancias sub nacionales del año 2020.
Interesante propuesta que viene a modernizar la distribución de recursos a nivel nacional, considerando que la Reforma Tributada tiene, entre sus objetivos centrales, disminuir las brechas de desigualdad existentes en el país.
Por último, es prioridad generar una Reforma Constitucional que sancione el establecimiento de tributos regionales, permitiendo que las regiones puedan endeudarse estableciendo limites y condiciones razonables, además de autorizar que actividades productivas de clara identificación regional generadoras de tributos dejen parte de la tributación en la región y/o comuna correspondiente (puertos, forestales, mineras).
Porque , así las cosas, si logramos avanzar en esta tarea regionalista, no importará que las lechugas tengan un valor distinto en Punta Arenas, siempre y cuando, los habitantes de las zonas extremas y de otras regiones del país, cuenten con salarios diferenciados y con incentivos descentralizadores para asumir esta loca y variada geografía.