Fue noticia en casi todos los medios de comunicación, televisión incluida. Un hombre de 80 años murió de un aparente infarto al corazón en plena Plaza de la Constitución, en el llamado barrio cívico donde se define el futuro de todos y cada uno de los habitantes de este país.
Es en ese cuadrante donde se determina que los conglomerados económicos crezcan de forma desmesurada, obscena; es ahí donde desde hace más de 30 años se mira de forma indiferente a los trabajadores, quizás asumiendo de forma tácita aquella frase de Bello: “El círculo de conocimiento que se adquiere en estas escuelas erigidas para las clases menesterosas, no debe tener más extensión que la que exigen las necesidades de ellas… lo demás no sólo sería inútil, sino hasta perjudicial (…) se alejaría a la juventud demasiado de los trabajos productivos”.
Así es nomás. Don Mario Cortés, formaba parte de esa clase menesterosa, sin preparación aunque su potencial pudiera haberlo llevado a otros horizontes. Debió trabajar sin descanso, hasta morir, a sus 80 años, levantándose de madrugada para arreglar jardines.
Ese es el Chile de hoy, porque Marios Cortés hay muchos en este país.Hace tan sólo semanas una anciana que pedía limosna en las afueras de un supermercado también falleció intempestivamente. Sólo un letrero habló de su desaparición, solicitando elevar una oración por el descanso de su alma.
En los mismos días, un diario nortino ponía en portada a una profesora que debe pedir limosna también para sobrevivir.
¡Qué lindo, jaguar chileno! Condenas a tus hijos “menesterosos” a trabajar hasta morir, en medio del frío y de la indiferencia ciudadana, o los envías a la calle bajo el sol en verano o la inclemencia del frío y lluvia en invierno.
¿Por qué, un chileno a sus 80 años debe terminar sus días trabajando como jardinero, frente a La Moneda, frente al ministerio de Hacienda? Porque este país se creó con un diseño perverso, con una arquitectura social y de clases que en lo esencial no ha cambiado.
Antes los dueños de Chile eran los dueños del campo, hoy son los dueños de los bancos, del gran comercio. ¿Quién clama por la suerte de don Mario? Casi nadie, sólo sus dolientes. No hay una iglesia que acoja, ni un partido político que repare en la injusticia que fue su vida. Están en otra.
Unos defendiendo los espacios para que sus mandantes sigan haciendo elusión impositiva, otros tratando de tapar esos forados y de defender a la clase media ¿quién se acuerda de don Mario?
¿Quién defiende a los chilenos que ya en la tercera edad están condenados a la pobreza a pesar de una vida de trabajo y de contribución al crecimiento de este hermoso, pero injusto país? ¿Quién?