Recientemente fuimos invitados por el diputado Claudio Arriagada a formar parte de un Comité que destaque ante la opinión pública la figura de Manuel Bustos, brillante dirigente sindical, Presidente de la CUT y posteriormente electo miembro de la Cámara de Diputados.
Nos unió con Manuel una larga historia compartida que se inició mientras se luchaba por los derechos humanos y de los trabajadores, y por una transición a la democracia que en los peores años de la dictadura de Pinochet se veía como imposible.
Comparto aquí, usando la expresión de Javier Cercas, la anatomía de tres instantes que me marcaron para toda la vida en cuanto al aporte de Manuel Bustos en la construcción del Chile democrático en que hemos tenido el privilegio de ser partícipes por ya más de 20 años.
Un primer instante para no olvidar.Vamos en una micro que hemos arrendado en conjunto con dirigentes sindicales de la CUT y de organizaciones de trabajadores viajando toda una noche hacia Parral. Allí está Manuel relegado por el gobierno de Pinochet, con prohibición de actividades “de agitación” sindical o política. Nos comunicamos previamente y acordamos que Manuel diría que vamos algunos economistas de Cieplan a hacerle clases de economía a él y a otros invitados.
Ya instalados en Parral, la clase de economía dura sólo unos minutos y, luego, Manuel conduce una amplia discusión con los otros dirigentes sindicales que nos acompañaron en el viaje. Fuimos testigos ese día del impresionante liderazgo y fuerza con que Manuel conducía un movimiento sindical permanentemente perseguido y hostilizado por el gobierno militar. Y también de la astucia por él desplegada para crear los espacios de encuentro con otros dirigentes que la dictadura no autorizaba.
En este caso, un grupo de lo que hoy algunos llamarían “tecnócratas” (¿neoliberales?) éramos convocados por Bustos para “legitimar” un encuentro de alto nivel sindical, mientras varios de sus principales dirigentes estaban detenidos o relegados en distintos lugares. Un instante simbólico para no olvidar.
Anatomía de un segundo instante. Patricio Aylwin y la señora Leonor entran a un Estadio Nacional donde se despliega una inmensa bandera nacional ante los vítores de una multitud. Es el día en que Aylwin asume como Presidente de la República después de 17 años de dictadura. Ese día nos contactamos con don Patricio para que nos autorizara a constituir al día siguiente una mesa de diálogo con la CUT y otras organizaciones sindicales para definir la política de ingresos y de protección social que sería un sello del nuevo gobierno.
Nos comunicamos con Manuel Bustos por teléfono esa noche y le transmití la decisión del Presidente. Nos contestó afirmativamente pero nos agregó: “Alejandro, quiero advertirte que seré un negociador muy duro con ustedes. Soy dirigente de todos los trabajadores que han sido muy maltratados en los años de Pinochet. Quiero agregarte también que queremos ser actores de la reconstrucción de la democracia en Chile. Vamos a ser dialogantes, responsables, con sentido de país”.
Fuimos testigos cómo en los años siguientes Manuel cumplió a cabalidad con ambos roles y compromisos. Negociador duro defendiendo los derechos de los trabajadores, y un actor central que hizo posible llevar adelante la política de los grandes acuerdos que marcó la exitosa transición hacia un régimendemocrático, con una economía pujante, y avances sociales significativos, particularmente en la reducción de la pobreza.
Anatomía de un tercer instante. Manuel, ya diputado ha sido diagnosticado con un cáncer terminal. Me fui en un mes de enero, unas semanas antes de su fallecimiento, a su casa en la Florida. Nos instalamos por muchas horas y en varias sesiones a conversar sobre su vida y sus reflexiones sobre las experiencias que le tocó vivir como político y dirigente sindical.
Un día, mientras grabábamos lo que iba ser parte de un libro a publicar después de su fallecimiento, repentinamente Manuel se puso de pie y se acercó hacia un matorral en el jardín lleno de flores espectaculares por su colorido y belleza. Y me dijo: mira, la vida que me ha tocado vivir, sin tregua entregando tanto tiempo y energía lo que sentí que había que hacer por mi país. Y nunca me había dado el tiempo para reconocer estas flores que están aquí, tan hermosas, tan parte de mi vida en familia. Sus ojos se nublaron. Corrieron algunas lágrimas, que tengo que reconocer compartimos, antes de volver a los grandes temas que le preocupaban en ese momento.
Anatomía de tres instantes que, para mí, ayudan a comprender y definir a ese gran ser humano que tuvimos el privilegio de conocer, en su dimensión de inclaudicable luchador por la democracia, duro pero visionario dirigente sindical, y ser humano cercano, cálido que buscaba en sus últimas semanas de vida desplegar toda su sensibilidad hacia la naturaleza, hacia la familia y sus amigos.
En momentos de apatía política y de escepticismo sobre la clase dirigente que reflejan muchas encuestas, rescatar la memoria de Manuel Bustos parece oportuno y necesario.