Es la primera vez que una reforma tributaria del volumen que alcanza el proyecto de ley, actualmente en trámite en el Congreso Nacional, cuenta con la firma de los dos partidos de la derecha criolla.
Este hecho logra que brote la desconfianza en amplios sectores de opinión, precisamente porque esta misma derecha ha mostrado una alergia fulminante hacia toda idea o iniciativa que pudiese significar fortalecer el rol del Estado en la orientación estratégica del país o en la conducción de aspectos relevantes de las políticas sociales o de la gestión económica.
Ha surgido una sospecha, ella arranca de ese largo expediente de atomización del Estado que exhibe la derecha. Pero, no nos equivoquemos, no dejemos que la sospecha oculte el tema de fondo. El dilema que enfrentó la derecha fue si se ponía de punta o no frente al clima social que exige del sistema político del país hacerse cargo de la desigualdad que deteriora severamente la convivencia nacional.
Ante esta encrucijada, los senadores de derecha tomaron el camino de no resignarse a ser minoría social y depender de la posición que tenga Sebastián Piñera en las encuestas para competir en las próximas presidenciales. Para este último, ello constituye una clara derrota.
Hay quienes dicen que Chile cambió, sin embargo, no aplican esa afirmación al hecho que se ha producido. Es evidente que lo suscrito en el compromiso respaldado por sus Partidos, entre los cinco senadores de la comisión de Hacienda y el ministro del sector era impensable hace pocas semanas.Ganó el nuevo estado de ánimo existente en la opinión del país.
Asimismo, de la misma manera que no he compartido las torpes descalificaciones a la Democracia Cristiana, debo señalar como un mal paso la omisión en las consultas del Partido Comunista. Hay que reiterar que la amplitud del bloque de la nueva mayoría resulta esencial para la marcha de las reformas comprometidas con el país.
En todo caso, quienes no son solidarios con los acuerdos amplios y con sentido de país que tomó el Ejecutivo no debiesen parapetarse en ello para rechazar decisiones políticas que permiten avanzar y sin las cuales la tarea gubernamental se tensaría de forma enteramente inconveniente.
Insisto en la idea que reformas estructurales de tan amplio alcance exigen la mayor apertura y flexibilidad de criterio para abrirse paso eficazmente en el tipo de sociedad que el Programa presidencial se propone transformar.
Las reformas para su viabilidad estratégica deben ser complementadas con la marcha del país. Chile debe cambiar y crecer. Esa es la clave de este periodo. Que la economía pierda dinamismo y se genere desempleo conlleva la pérdida de vigor de las reformas y el debilitamiento de la mayoría nacional que se requiere para sostenerlas.
No es casual que el ex Presidente Piñera, desde España, encendiera toda su retórica contra el gobierno y las reformas, a contrapelo de los propios partidos de la derecha que, a diferencia del ex mandatario, asumían una conducta exactamente contraria.
En definitiva, el gran perdedor del entendimiento por la reforma tributaria fue Sebastián Piñera. Deberá recalcular sus futuras inversiones, ahora el impuesto a las utilidades será del 27%. Bien por Chile.