06 jul 2014

Abrir una nueva etapa

El ciclo de maltrato laboral, una de las herencias legales y culturales más denigrantes del pasado dictatorial debe dejarse atrás definitivamente, su permanencia expresada en abusos y violaciones reiteradas de los derechos de los trabajadores solo daña la paz social en nuestro país.

Así parecen entenderlo los más diversos sectores. Incluso en la mayor parte del ámbito empresarial que aplaudió el llamado Plan Laboral del que fuera ministro de Pinochet, Sr. José Piñera, se toma nota que los desafíos de competitividad que tiene la economía resultan inabordables a largo plazo con un esquema como el actual, con una débil y escasa sindicalización, sin adecuadas y eficaces normas de negociación colectiva, con un ejercicio del derecho a huelga inviabilizado y con los líderes sindicales bajo sospecha o sometidos a las más inaceptables presiones.

El Instituto Igualdad, que hoy presido, ha generado un significativo espacio de diálogo social en un reciente Seminario realizado en el Senado en Santiago. Con la participación de la Sra. ministra del Trabajo, de la CUT, la CPC y legisladores del tema se constató que es posible y necesario avanzar.

Se ratificó que cuando prima el interés nacional en los debates y se dialoga con seriedad, por contravertidas que sean las diferencias, se crea un clima que permite abordar esas discrepancias y, al menos, tomar conciencia que se deben explorar soluciones por fuertes que sean las divergencias.

El tema de las reformas laborales ha ingresado en la Agenda de los desafíos del país, ya que gravita decisivamente en la desigualdad multidimensional que afecta a nuestra convivencia nacional.

En el caso del empresariado si no acepta el pronto estudio y trámite de estas materias, si persiste en un inmovilismo de corto alcance, se estará haciendo un flaco favor a sí mismo.Es decir, a sus propios intereses de largo plazo.Del mismo modo, éste es un enorme desafío para el movimiento social, a su firmeza estratégica y su habilidad táctica y, especialmente, a su unidad y capacidad propositiva.

Los que quieren impedir todo cambio son fuerzas retardatarias incorregibles.

Los que piensan que estos grandes dilemas se resuelven a peñascazos, únicamente reducen la potencia y amplitud en la convocatoria que estas reformas requieren.

Aquí lo que importa es la instalación de derechos que en una sociedad moderna son fundamentales.

En todo caso, debe estar en el centro de la Agenda la revalorización del trabajo, en cuánto instrumento esencial de la ética social en una sociedad democrática.

El diálogo social oportuno y lúcido sólo puede traer provecho al desafío nacional de este periodo: la derrota de la desigualdad en Chile.

Con ello, se afianzará el sistema político hoy debilitado y se robustecerá la estabilidad democrática de la nación. A condición que se actúe a tiempo.

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