La Reforma Tributaria ¿va a afectar o no a los chilenos que formamos parte del 99 por ciento?
La Reforma Educacional ¿está tomando en cuenta el parecer de los estudiantes y está olvidando mejorar la calidad al dedicarse tanto en esta etapa a cambiar la infraestructura?
¿Puede ser un Parlamento elegido bajo el sistema binominal quien decida cómo será la nueva Constitución realmente democrática que nos rija en adelante?
¿Están capacitados los hombres para decidir si una mujer violada debe o no abortar el fruto de ese ultraje?
¿Puede un enfermo cultivar libremente una planta de marihuana en su casa para aliviar sus dolores?
¿Deben los angustiados trabajadores en huelga seguir soportando que otros los reemplacen?
¿Merece un paciente agonizar en el pasillo de un hospital esperando atención, aporte o no un 7 % de sus ingresos?
¿Tienen derecho los homosexuales a convivir públicamente con dignidad a través del matrimonio civil?
¿Deberíamos los chilenos contar con medios de comunicación de distinto color para elegir o comparar cómo se nos presentan los hechos?
Estos son algunos de los candentes temas que nos tienen apasionados discutiendo, unos en el Parlamento, otros en las calles, otros en los medios.Es un debate desigual, porque ni todos los que están en las sillas del Congreso merecen estar ahí, ni todas las voces de la calle tienen cabida en los medios.Está desequilibrado de la partida.Al igual que nuestra sociedad.
No puede ser que las empresas chilenas contribuyan menos al erario nacional que las de países desarrollados en lo suyos, ni que a un gerente se lo grave menos que una secretaria.
No puede ser que un niño del barrio alto tenga sala de música y de computación en su colegio y otros apenas un pizarrón estropeado por la lluvia que entra por ventanas rotas.
No puede ser que un enfermo de cáncer pueda salvarse con tratamientos en el extranjero y otros deban resignarse morir en su casa. Parece absurdo que quienes tengan que cambiar el marco que nos encerró en este esquema de sociedad,la actual Constitución, provengan del mismo molde.
Lo fundamental en los cambios que realiza el gobierno de Michelle Bachelet es que todos enrumban hacia la disminución de esta abismante desigualdad social.Si no se hacen, todo indica que seguirá aumentando.
Los satisfechos con el modelo actual dirán con falso orgullo: “ah, pero ahora todos tienen auto”… o bien: “ahora todo el mundo lleva celular”… ¿Y quién no tiene televisor de pantalla grande?”
Pero no han observado que por las calles, en los buses y hasta en el hogar, ya nadie se mira a la cara porque todos están cabeza gacha, rindiendo pleito al celular.
Que el auto es hoy un estorbo porque los tacos cada vez más gigantescos te impulsan a dejarlo en casa.
Que los chilenos se amanecen y se atropellan para comprar una entrada carísima para la estrella visitante de turno, el partido de fútbol o unos audífonos superclase en la venta de bodega de gangas electrónicas. Ni que todo se hace con dinero plástico y deudas interminables.
¿Esta es la felicidad que buscamos…? ¿La sociedad que queremos…? ¿Una de consumidores, de competidores, de depredadores en vez de una de ciudadanos, hermanos e hijos de la Tierra?
Basta. No podemos seguir por este camino. Hay que cambiar drásticamente el rumbo. Sea con aplanadoras, retroexcavadoras o como ya se está haciendo, debatiendo y votando a favor de las medidas que vayan en una nueva dirección.
Y si la Reforma Tributaria nos hará pagar más caros los tragos o el mortífero cigarrillo y eso contribuye a un mayor equilibrio social, bienvenida sea.
Y si la Reforma Educacional, un largo proceso que recién comienza, forma ciudadanos preparados y conscientes que aporten mejor al desarrollo de todos, bienvenida sea.
Y si una Asamblea Constituyente de elección soberana, que incluya a sectores hoy ausentes del Congreso Nacional, es la llamada a elaborar una Constitución realmente democrática para un país solidario y respetuoso de los derechos humanos, bienvenida sea.
El tiempo es corto. Tenemos sólo cuatro años para comenzar la larga tarea.
Entonces, invito a quienes aún lo dudan, hagamos el esfuerzo y ¡bailemos con todas las novias!