Cuando el sábado en la mañana escribía sobre la necesidad de que declinara su nombramiento como subsecretaria de Defensa la señora Echeverría, por Cooperativa me enteré del desenlace.
Es la cuarta persona que, habiendo sido designada, debe desistir de la tarea encomendada, lo que, sumado a otros casos cuestionados por diversos dirigentes o comunidades locales, deja en evidencia una de las principales falencias de la señora Bachelet: que ella no sabe elegir bien a sus colaboradores.
Por cierto, esa fue una de las razones por la que no voté por ella en la primera vuelta.Le deseo la mayor ventura al asumir su segunda Presidencia, pero no le creo mucho, sobre todo porque en estos eventos dejó traslucir una soberbia excesiva. Dos días antes ella ratificaba a Echeverría diciendo que los hijos no debían responder por los padres y que estaba bien nombrada porque había sido “su” subsecretaria de Marina.
El tema está despejado por el retiro de la señora cuestionada y por el excelente nombramiento que se ha hecho de Gabriel Gaspar, sujeto probado no solo para el cargo sino para tareas políticas difíciles.Claro que rompe los parámetros de género, trayectoria y edad que la señora Presidenta quería imponer.
El tema que dejó en evidencia el primitivo nombramiento de la señora Echeverría es si acaso a este gobierno que se inicia el martes, le parecía un tema relevante el de los derechos humanos.
Se sabía que el cuestionamiento se debía a haber presionado a las víctimas de las violaciones de los derechos humanos por parte de funcionarios de la Marina de Chile, para que retiraran sus querellas a cambio de otros reconocimientos.Eso hubiera bastado para que en un gobierno comprometido con la defensa de los derechos humanos no se le hubiese nombrado, al menos en cargos vinculados con esa temática.
¿Por qué se la nombró? ¿Es que para este gobierno nuevo no es prioritario el tema de la reparación en materia de derechos humanos?
¿Es que no es un tema que le inquiete a Bachelet?
Es la hora de llevar adelante una política clara en la materia, que considere la reparación efectiva de lo que pasó y la promoción efectiva de los derechos de las personas hacia el futuro.
La reparación deberá tener presente no sólo las sanciones penales efectivas – que no son resorte exclusivo del ejecutivo – sino también las administrativas y las simbólicas.
La degradación de los militares implicados, para que los criminales y torturadores no sigan siendo mantenidos y beneficiados por todos los chilenos; el retiro de los monumentos y otros recuerdos o placas de homenaje; la desclasificación de documentos y la denuncia pública de los civiles y militares que colaboraron con las violaciones; son algunas de las medidas que se puede tomar.
Para alguna se requerirá sentencia, pero para otras bastará con las certezas de participación que existen en la propia institución a la cual pertenecía el violador. Entonces, ¿cómo se condice la defensa que de la señora Echeverría ha hecho la Presidenta electa? No se condice. Lo que me lleva a concluir que al gobierno que asumirá el 11 de marzo no le inquieta ni interpela la materia.Parece que para la señora Bachelet vale más tener un Magister o una militancia que la conducta consistente y coherente.
Respecto del tema de la responsabilidad de hijos y padres, estoy de acuerdo con eso cuando se trata de responsabilidad penal. Pero los hijos no podemos hacer caso omiso de las conductas de nuestros padres, ni emocional ni ética, ni psicológicamente.
Eso en lo individual y en lo colectivo, pues es necesario que los pueblos se hagan cargo de su historia. La obra de nuestros ancestros, de los que nos precedieron, de los “padres y madres de la patria”, no es sólo parte del pasado, sino hechos fundamentales del presente y del futuro de los que no podemos desprendernos. Debemos ser capaces de emitir juicios críticos y aprender de los problemas vividos, haciéndonos cargo de lo sucedido.
Si los alemanes no se hubieran hecho cargo de los errores de sus antepasados, no habrían devuelto el territorio arrebatado a Polonia hace unas décadas.Si bien los hijos no podemos ser condenados por los errores de nuestros padres, si podemos y debemos contribuir a su reparación.
Echeverría se ha hecho para un lado.Pero debe saber –como todos nosotros – que se nos abre la posibilidad maravillosa de reparar real y simbólicamente las heridas de Chile y los daños que muchos dejaron en nuestra historia.
Tal vez sea, como en los relatos míticos, que la suerte y el “sacrificio” de la hija abra la sanación por los pecados del padre.