Quedan pocos días para el fin del mandato de Sebastian Piñera. Fiel a su ADN caracterial y político, Piñera despliega , a última hora, un conjunto de despedidas, cuentas, inauguraciones, que encuentran poco eco en la población y entre los propios dirigentes de la Alianza y en sus parlamentarios, que han permanecido ausentes de las iniciativas.
Ellas aparecen, ante los ojos de todos, más bien como operaciones comunicacionales que tiene poco relieve porque tiene poca credibilidad. Son signos del excesivo histrionismo y personalismo con que ha gobernado el Presidente y que lo alejan de sus partidos y adherentes y crean una sensación de soledad con la que Piñera abandona el gobierno.
Piñera sale con una estrepitosa derrota electoral, entregando el gobierno a Michelle Bachelet y a Nueva Mayoría, que tiene hoy una presencia parlamentaria y municipal mayor que al inicio de su gobierno, con baja adhesión ciudadana, sin haber construido las bases culturales para una nueva derecha, con su partido dividido y con un bajo liderazgo en su sector que le ha impedido concretar en el parlamento reformas políticas y valóricas que había comprometido al inicio de su mandato y en las cuales probablemente él cree.
Pesa el que después de cuatro años de gestión, el sistema electoral binominal se mantenga incólume, la no aprobación del APV, ya que estos como otros objetivos con los cuales el Presidente quiso marcar una diferencia con la derecha más conservadora no se materializan básicamente porque la UDI ha impuesto su hegemonía y ha impedido que ellas sean aprobadas.
Es cierto que Piñera ha aprovechado el crecimiento de la economía mundial para obtener cifras positivas en el crecimiento del producto interno y en el empleo, pero lo ha hecho profundizando el rol subsidiario del Estado, expandiendo mecanismos de mercado que han incrementado el lucro y las rentas privadas, dejando incólume una legislación laboral regresiva para los trabajadores, estimulando el crecimiento del consumo más allá del producto y dejando pendiente reformas que no solo los usuarios reclaman sino que hasta la propia industria de las AFP y de las ISAPRES aceptan hoy como necesarias frente al desplome de los montos de las pensiones y el encarecimiento desmedido de los planes de salud privados.
En materia de energía el país está paralizado y el aumento de costos y la falta de resoluciones políticas han debilitado la inversión en diversos sectores de la economía.
Pese a las grandes manifestaciones estudiantiles del 2011, el gobierno no ha llevado a cabo ni una sola reforma sustantiva al modelo educacional y por el contrario hay un deterioro aún mayor de la educación pública y la crisis de varias universidades privadas, orientadas más a la obtención de utilidades que a un proyecto educacional sostenible y de calidad, han quedado en evidencia y remecen un sistema inspirado en una concepción de la educación como un negocio.
Lo declaró Piñera sin ambigüedades, la educación es mercado, es negocio, y esa ha sido la inspiración principal de su gobierno en este campo.
Pese a las medidas que el gobierno ha adoptado para fortalecer los derechos de los consumidores, se han incrementado los abusos de las grandes empresas en contra de las personas y en un cuadro de endeudamiento más generalizado, cuando hay que pagar las cuentas del consumismo exacerbado y del uso casi indiscriminado de las tarjetas de crédito, esto recrudece y lleva a la ruina a miles de familias chilenas que se encuentran en el más total desamparo frente al poder de los grandes conglomerados económicos y financieros a los cuales no se les ha puesto ningún freno en la obtención de utilidades muchas veces logradas con prácticas reñidas con la legalidad y con la mas mínima ética de los negocios.
Uno de los aspectos más críticos de la administración de Piñera dice relación con el deterioro de las instituciones públicas que se trasunta en una verdadera erosión del prestigio de organismos que contaban con una alta confiabilidad en la ciudadanía.
El SII se ha visto afectado por la condonación de deudas a grandes empresas de las cuales eran accionistas o habían sido socios el Director y otras autoridades del Servicio.
El INE ha realizado un CENSO con tales falencias metodológicas y hasta falsificación de datos, que hoy no se sabe a ciencia cierta cuantos somos los chilenos y donde vivimos, lo cual es un impedimento para el desarrollo de las políticas públicas. Un CENSO que costó 60 millones de dólares deberá repetirse durante la administración de la Presidenta Bachelet.
En el Registro Civil hay una crisis de gestión que ha llevado al fracaso al proceso de modernización computacional, retrasando la emisión de pasaportes y cédulas e incluso entregando documentos errados a los solicitantes.
El intento de subordinación a los Tribunales de Justicia que el gobierno ha practicado desde el primer al último día de su gobierno, ha creado un clima de tensión entre el Presidente y la Corte Suprema que ha llevado al Presidente de la Corte, Magistrado Sergio Muñoz a señalar “que el gobierno da un espectáculo indecoroso con las descalificaciones contra el poder judicial” y ha señalado que ello debilita el estado de derecho democrático.
Detrás de esta política de enfrentamiento con el poder judicial está el fracaso de la política de seguridad pública del gobierno – que fue el elemento distintivo de las promesas de campaña de Piñera – de reducir la delincuencia, eliminar la puerta giratoria y otras ofertas que nunca se lograron.
Frente a ello Piñera y sus Ministros intentan hacer recaer comunicacionalmente la responsabilidad de este fracaso en los Tribunales de Justicia, en los jueces y fiscales.
De esta forma el gobierno de Piñera debilita el prestigio del poder judicial, da el triste espectáculo de tratar de imponer fallos o criticarlos cuando no obedecen a su diseño y vulnera la separación de poderes del estado, principio básico en el cual, desde Montesquieu, se han construido los estados de derecho democrático.
En materia internacional, Chile ha perdido presencia política en la región, tiene escasa interlocución estratégica con los gobiernos del cono sur y del Pacto Andino y en ello es evidente que la aplicación de una política privilegiadamente de diplomacia económica, destinada a fortalecer las inversiones de las empresas privadas en el continente, renunciando a una diplomacia política y cultural más activa, ha debilitado el rol de Chile en el continente.
Hay frialdad en las relaciones políticas con Argentina, Brasil, Ecuador, México y otros países claves, claro deterioro en las relaciones con Bolivia y Perú, un retroceso de la imagen de Chile como un país que junto a exportar capitales e inversiones, exportaba también ideas, política democrática, iniciativas para fortalecer los mecanismos de cooperación y de integración, vínculos partidarios y culturales que creaban un tejido de apoyo a la política exterior, relaciones que integraban los aspectos económicos con los políticos y hacían jugar a Chile un rol de mayor liderazgo.
En definitiva, al momento de su partida, nadie llora a Piñera. Este no es, ciertamente, el mejor gobierno de la historia de Chile – que fue el enunciado con el cual Piñera instaló su gobierno – ni seguramente el peor. Es sobretodo un gobierno que no hace historia porque nunca tuvo un proyecto de país ni un norte de lo que debía caracterizar a una administración de derecha, distinta a la dictadura donde los partidos que la conforman nacieron.
Se recordará a Piñera más por sus ambivalencias e indefiniciones que por sus logros, por su personalismo comunicacional más que por su esfuerzo de construir un relato y un territorio social de una derecha democrática y liberal, por sus anuncios rimbombantes que por sus logros legislativos.
Un Presidente que no hizo camino al andar.