El Informe de la Dirección de Presupuestos del Ministerio de Hacienda de la actual administración, constata una baja de un 6,3% en lo aportado por el impuesto a la renta en la recaudación tributaria del año 2013. Ello significa -según opinión transversal de economistas de diferentes sectores- una ratificación de la desaceleración económica del país.
La conclusión es lógica, el discurso exitista del centro gubernativo, es decir, el Presidente de la República en sus giras y sus ministros en ceremonias de propaganda, resulta ser enteramente artificial y un terno a la medida de su candidatura presidencial el 2017. Es por ello que el gobernante se auto elogia y, a la vez, ataca señalando que recibió un país “estancado”
Como se sabe, el año 2009 en Chile, los ingresos tributarios disminuyeron en un 20,3% como consecuencia de la crisis internacional que golpeó duramente el sistema global, que generó recesión en Estados Unidos y Europa, así como devastó las economías asiáticas con la excepción de China, todo como resultado del descontrol de las operaciones especulativas de un puñado de audaces, que se sirvieron de la desregulación de los mercados y la ausencia de fiscalización de las entidades llamadas a hacerlo.
Como se dice, la ambición rompió el saco y se estremecieron las bolsas y la banca mundial, así como quebraron gigantes financieros que parecían invulnerables, en una crisis que muchos definieron como mayor en sus efectos que la Gran Depresión de 1929. Muchas pirañas se ahogaron por su propia codicia.
Chile ante esta contracción global, optó por una política económica contra cíclica, consultada con todos los sectores políticos legalmente inscritos, los que respaldaron las medidas adoptadas. El periodo en que Chile ahorró y no dilapidó los recursos de la bonanza de los precios del cobre mostró toda su validez.
La política de responsabilidad fiscal, desde don Patricio Aylwin, con Frei, Lagos y Bachelet confirmó su importancia.
Cuando las fuentes de financiamiento se cerraron, si se hubiese tenido el grado de endeudamiento que había en 1990 la situación habría sido inmanejable; por el contrario, el país contaba con recursos propios que le posibilitaron atravesar el momento más duro de la crisis, con costos naturalmente, pero airoso en lo esencial.
Esa mirada acorde con el interés nacional es la que se trata de desconocer tanto por la ultra y algunos díscolos, como paradojalmente desde la cúspide del poder, en el carnaval de auto-bombo con que se prepara la despedida.
Ahora bien, la desaceleración que si deja la administración que se va, conlleva una aun mayor reducción de los recursos fiscales con que el nuevo gobierno iniciara la concreción de su programa y con la que debe hacerse cargo de las elevadas expectativas sociales con que llega a La Moneda. De manera que la implementación de un conjunto de iniciativas que impulsen la inversión y el crecimiento económico pasa a ser prioritarias.
En este contexto, adquiere mayor relevancia el proyecto de reforma tributaria, comprometido en las recientes elecciones presidenciales; se trata de asegurar los recursos fiscales necesarios para el correcto cumplimiento de las reformas que el país anhela y para solucionar de manera oportuna los requerimientos que, a diario, están marcando la agenda nacional.
No cabe duda que de la capacidad de hacerse cargo de esas demandas dependerá decisivamente el balance final del gobierno que pronto asume.