La derecha está en crisis. No hay duda. Los datos y los hechos son elocuentes y contundentes. La crisis es múltiple: política, electoral, ideológica y cultural.
Ya lo he mencionado en otros artículos.Es política porque ha perdido credibilidad, capacidad de articular y liderar un proyecto, es electoral porque ha perdido electoralmente de manera contundente desde octubre del 2012, es ideológica porque sus ideas se han debilitado y han perdido capacidad de convocar y cultural porque el Chile del nuevo ciclo quiere, piensa y siente en una clave que no ha sintonizado con la derecha actual.
Sin entrar en lo grueso –análisis hecho en otra oportunidad- la derecha se confundió y debilitó en su propio gobierno. Sin saberlo, ni imaginarlo el gobierno de Piñera y de la Alianza trae el germen de su destrucción. Pero, no por el hecho mismo de “ser gobierno”. Lo que, por tanto, genera la confusión y debilidad es la nueve fase política y social que se instala en el país desde el gobierno de Bachelet y que se consolida en el gobierno de la derecha.
En consecuencia, el problema y el desafío político de la derecha hoy es insertarse de manera competitiva en esta nueva fase socio-política. Los movimientos para este aterrizaje empezaron hace meses.
a) lo que ocurre en torno a la bajada de Golborne.
b) en torno a la nominación de Matthei y el rol jugado por Allamand.
c) en torno a la propia campaña y d) en torno al “septiembre negro”, son sólo hitos de un proceso que tiene su propia dinámica desde hace varios meses.
Entonces, lo que sucede hoy es también parte de esa historia y proceso.No hay mucha claridad si la derecha vive hoy un proceso de refundación, adaptación, re-formulación, re-articulación y/o re-estructuración.Lo que está claro, no obstante, es que está inmersa en una “coyuntura de adaptación” a la nueva fase socio-política: la derecha va en camino hacia algo distinto a lo que ha sido hasta hoy.
Aquí, está el nudo del problema político que tiene, adaptarse al nuevo Chile para ser competitiva y seguir siendo de derecha.
En este proceso, se observa una tendencia clara y profunda, la fragmentación de su campo de acción política. Sin duda, un cambio revolucionario para el sector y para el sistema político. La derecha siempre ha competido en democracia dividida en dos grandes partidos: liberales y conservadores por un lado y Renovación Nacional y los gremialistas por otro.
La excepción, no obstante, la encontramos con el Partido Nacional que logra articular en un sólo bloque a conservadores, liberales, nacionalistas, estanqueros de Prat Echaurren y proto-gremialistas.Sin duda, el objetivo de recuperar el poder como clase es el elemento de unidad y articulación.De hecho, una vez recuperado el poder con el “golpe militar” se disuelven rápidamente.
Por primera vez, la derecha tiene hoy tres actores políticos: dos partidos –RN y la UDI- y uno en vías de serlo, Evópoli. La fragmentación del campo político se consolida cuando vemos emerger un cuarto grupo, el piñerismo.
Sigamos. Hay un quinto actor, la generación de liberales que se articulan en torno a Red Liberal y cuadros profesionales de corte tecno-liberal. Son estos, cercanos a las propuestas de Velasco. Ha llegado la hora de la diversidad. Ha llegado el momento de la modernización política y cultural de la derecha.
Aún más, al interior de ambos partidos hay fuertes pugnas internas que abren el abanico de la fragmentación. Las fugas y las amenazas de “renuncias” que han ocurrido en RN son parte de este proceso. Aquí, podría surgir otro referente, “Renovación Liberal” se ha escuchado. O bien vincularse con el piñerismo y/o entrar a Evópoli. Por otro lado, la UDI, con una cultura política distinta, también tiene dos fracturas latentes, la generacional y la popular-social.
Es más, podemos encontrar otra derecha, la independiente y de centro que en esta oportunidad se articuló en torno a la figura de Parisi. Y finalmente, una derecha también de centro vinculada al regionalismo de un Horvath, de un Cantero, del PRI o de otras fuerzas locales.
La Alianza o la Coalición por Chile, por tanto, ya no se construirá sobre dos partidos. Los llamados a la unidad –de algunos sectores- son los últimos intentos de anular esa fragmentación.
Surge dos preguntas, ¿qué efectos tiene esta fragmentación sobre el sistema político? y ¿qué tipo de derecha se va instalar desde marzo próximo?
Sobre el sistema político se insinúan tres tendencias: flexibilización de la política de alianza, mayor autonomía en el parlamento a la hora de los alineamientos y disputa por un espacio político de centro, de clase media, independiente, liberal, moderno y primo de los democratacristianos.
Desde marzo veremos qué tipo de oposición se comienza a diseñar y como se re-configura el mapa político del poder al interior de la derecha local.
Sobre la propia derecha se observan cuatro tendencias en ascenso: fuerte disputa por la hegemonía del sector –lo que los termina desangrando siempre-, mayor autonomía política y legislativa de cada partido, amplio panorama presidencial y cambio generacional.
Veremos, cómo se desencadenan estos procesos en los escenarios del futuro. Por ahora, a esperar los consejos de enero, el fin del gobierno y las elecciones internas de sus partidos. Por mientras, Piñera sigue siendo el personaje más fuerte en la derecha hoy.