Terminadas las elecciones presidenciales, creo necesario destacar algunas conclusiones que se pueden derivar de las jornadas democráticas vividas, primero, el 17 de noviembre y, luego, el 15 de diciembre.
El primer hecho que salta a la vista es la confirmación del enorme arrastre que tiene Michelle Bachelet en la ciudadanía, lo que constituye un fenómeno político pocas veces visto en la historia de nuestro país.
Pese a todos los ataques que recibió durante más de tres años, a la indisimulada intervención electoral del Gobierno y a la campaña del terror que vimos en las últimas semanas, se impuso con gran facilidad en las primarias y en las dos vueltas de las elecciones presidenciales, prácticamente doblando la cantidad de votos obtenida por su rival.
En el caso particular de estos comicios los resultados son muy claros: Michelle Bachelet fue la única candidata que logró interpretar plenamente -con propuestas serias y responsables, y no desde el populismo- los cambios que está exigiendo la mayoría de los chilenos. Su programa, respaldado por todos los partidos de la Nueva Mayoría, plantea profundas transformaciones políticas, económicas y sociales, y soluciones concretas a los problemas y necesidades del país.
En segundo lugar, lo ocurrido el domingo pasado confirma el derrumbe de la actual administración.Aquí hay verdades incontrarrestables: la oposición ganó ampliamente las elecciones municipales, las parlamentarias, las de consejeros regionales y la presidencial.
Esta seguidilla de derrotas representa un evidente fracaso para la actual administración y demuestra que hay una ciudadanía desilusionada con un gobierno que no cumplió con las promesas realizadas en la campaña de 2009, y que se ha caracterizado por la letra chica, la falta de diálogo, el efectismo por sobre la eficiencia y en definitiva, por no haber sabido abordar o haber ignorado las principales demandas de la gente.
Hoy muchos de sus adeptos parecen darse cuenta de esta realidad, al punto que ya son varios los dirigentes, alcaldes y parlamentarios de derecha que no ocultan su molestia con La Moneda y las directivas de los partidos de la Alianza por Chile, mientras otros han llegado al extremo de reconocer estar arrepentidos de haber votado por el actual Presidente. Un caos absoluto.
Por último, quisiera expresar que el desafío que tiene el futuro gobierno y la Nueva Mayoría es inmenso.Nuestra coalición tiene la enorme responsabilidad de apoyar a la Presidenta Bachelet con mucha lealtad, colaborando con su gestión y no dificultándosela con mezquindades.
Nadie está al margen de esta tarea y ciertamente no ayudan a ella los vetos a partidos o personas, ni tampoco el estar anunciándose a través de los diarios de que se está disponible para asumir un cargo en el futuro gobierno.
Hoy más que nunca necesitamos gestos de grandeza, compromiso y desprendimiento. No habrá excusa que valga si no somos capaces de responder a la confianza que nos ha entregado la gente y no cumplimos con las expectativas creadas.
El duro castigo que le ha dado la ciudadanía a la derecha demuestra que la gente privilegia la unidad, el orden y la estabilidad por sobre los conflictos, el egoísmo y las divisiones. No olvidemos que así lo sufrimos nosotros cuatro años atrás.