Aun cuando el resultado de la primera vuelta presidencial no dejaba lugar a dudas, el contundente nuevo triunfo de Michelle Bachelet viene a confirmar la voluntad de cambio que la gran mayoría de los chilenos ha manifestado tanto en las votaciones populares como en las distintas instancias de expresión social y lo han confirmado diversos estudios de opinión.
El nuevo periodo de gobierno que deberá iniciar la presidenta electa en marzo próximo, es quizás el más desafiante luego del que le correspondiera encabezar también por cuatro años a Patricio Aylwin a partir de 1990.Al igual que Aylwin, Michelle Bachelet deberá dar respuesta a los profundos anhelos de la sociedad chilena de erigir un Chile distinto al existente al comienzo de sus mandatos.
También al igual que a Aylwin, a Michelle Bachelet le corresponderá liderar una coalición política inédita, que marca un encuentro de sectores históricamente adversarios, pero que entienden que la necesidad de hacer un país más justo e inclusivo es una tarea superior y exige una convergencia amplia de las fuerzas políticas y sociales.
En este nuevo escenario político, resultará fundamental la convicción y templanza que tengan los partidos integrantes de la Nueva Mayoría y sus parlamentarios para respaldar el Programa de Gobierno de la nueva presidenta.
Particularmente para la Democracia Cristiana, es una oportunidad de revalidar su histórica vocación transformadora y su capacidad de ser un fiel representante de quienes entienden que la paz social es producto de la justicia, y no de la negación de las controversias, que la cohesión social es una condición básica para hacer un mejor país, lo cual exige terminar con las discriminaciones, y que se requiere ampliar las libertades civiles y trabajar junto a las fuerzas sociales en la construcción activa de la gran comunidad que es el país.
Pero el mandato es también corresponsabilidad. Si bien el Gobierno tiene el deber de establecer los lineamientos para generar los cambios esperados y liderar los procesos conducentes a ello, a la vez que generar los espacios e instancias para que los ciudadanos y sus organizaciones participen efectivamente en la definición de los contenidos y caminos precisos para alcanzar los objetivos planteados, es imprescindible comprometer a los ciudadanos en acciones posibles y necesarias que complementan la acción del Estado y en el cumplimiento de las responsabilidades propias de todo miembro de la comunidad.
Se trata, en definitiva, de un tiempo distinto, que exige compromisos y acciones nuevas, donde los contenidos pero también las formas harán a la esencia de la nueva época que se abre.