Refiriéndose a las citas de amor, el Principito decía que el momento más emocionante es el período que antecede al encuentro, cuando florece la imaginación sobre lo que va a suceder en la cita. Es la exaltación de la incertidumbre.
Con las elecciones acontece algo parecido. Durante las campañas florecen los proyectos de futuro, se debate sobre los programas políticos y la capacidad para interpretar los anhelos ciudadanos.Se ponen en juego nuevas ideas y muchos datos que se daban por establecidos son cuestionados.Se conversa sobre “el país que queremos”, como si la voluntad grupal no conociera límites.
La democracia rejuvenece.
En los días que preceden al acto electoral esos debates decantan. Se acerca el momento de la decisión y de la responsabilidad. Aflora en todos la pregunta sobre cómo realizar los ideales tan ardorosamente debatidos.
¿Será posible cumplir el programa? ¿Acaso la sociedad misma – la fortuna diría Maquiavelo – no tiene su propia agenda que terminará condicionando la acción de los gobernantes?
En esta segunda vuelta presidencial el resultado pareciera descontado. Incluso los partidarios de E. Matthei razonan como si su pérdida fuera segura.Adelantándose, como suele ser habitual en él, Sebastián Piñera se prepara para enfrentar “la noche de los cuchillos largos”. Es sabido el aforismo que señala que “la derrota es huérfana”, y el Presidente busca blindar a su Gobierno para evitar que los dardos se dirijan hacia él.
Consecuente con lo anterior, en el bando opuesto y entre muchos analistas del quehacer político, se especula sobre la configuración del nuevo gabinete. ¡Hasta se dan listas completas de posibles futuros ministros, como si M. Bachelet no hubiera descartado de plano tales lucubraciones! Se razona como si la victoria fuera un dato y no fuera relevante el número de votantes.No hay el acicate de la lucha reñida cuyo desenlace depende del parecer de cada ciudadano.
Otras debieran ser, sin embargo, las reflexiones de los ciudadanos en estos días de antesala.
En primer lugar, es importante emitir el voto.Hacerlo es como renovar un compromiso con el país.A los indiferentes o desencantados, que vayan y voten en blanco, pero que voten.Es cierto que no hay una obligación legal, pero sí un fuerte deber moral.
Probablemente en el futuro se facilitará el sufragio, permitiendo el voto electrónico.Tenemos todavía que soportar un sistema bastante arcaico. Pero el impulso del proceso democrático depende en gran medida de que los ciudadanos participen.
Es cierto que en los tiempos que corren no es fácil revertir cierto desánimo frente al funcionamiento de la democracia, que recorre distintas latitudes. Sin embargo, no podemos dejar de insistir que los problemas y debilidades de la democracia – sus promesas incumplidas – sólo se pueden resolver con más democracia y mejor política, y ello sólo se logra con la acción consciente y masiva de todos.
El llamado “qualunquismo” caracterizado por una arraigada desconfianza hacia la política y las instituciones, es un mal que sólo anuncia involuciones autoritarias de diversa índole.
Otra consideración es que el resultado incidirá en la capacidad política del futuro gobierno para impulsar los cambios prometidos. Es efectivo que el Congreso ya está configurado. Pero no lo es menos que la legitimidad y la autoridad para plasmar las transformaciones importantes dependerán en gran medida del respaldo popular. La abstención ya está siendo usada como un argumento a favor por parte de quienes se oponen a los cambios.
Las mayorías parlamentarias son sensibles a la opinión pública. El mejor aliado del statu quo es la pasividad ciudadana.
Por eso resulta incomprensible que candidatos en la primera vuelta que propusieron reformas de envergadura, ante esta segunda vuelta se limiten a guardar silencio o a evadir su decisión apelando a consignas que para volverse realidad requieren una fuerte confluencia de voluntades al momento del voto.
No es el caso de Alfredo Sfeir. Ni de Franco Parisi. Tampoco de un grupo significativo de dirigentes del PRO. Lo mismo se puede aplicar a Giorgio Jackson y RD.
Todos ellos han manifestado su opción por M. Bachelet sin perder su autonomía respecto de la Nueva Mayoría.
Del resultado de la elección del domingo se puede colegir cual será el futuro próximo del país. Ese debiera ser nuestra preocupación central en estos días de espera.