Dos alumnas llegaron consternadas a mi clase. Habían votado por Sfeir y estaban decepcionadas de que su candidato hubiese dado el apoyo a Bachelet. Decían que eso parecía una traición, porque él se había presentado como contrario al sistema y ahora apoyaba a quien pensaba distinto. Traté de responderles, pero su actitud era tan intensa que no fue posible explicarles con claridad mi punto de vista.
Apoyé de inmediato la decisión de Alfredo Sfeir, pues yo mismo, les dije, decidí votar por Bachelet al día siguiente de la elección de noviembre. Entendí que en la disyuntiva de que pudiera ganar la derecha – más allá de que tengo aprecio por Evelyn Matthei – prefería poner mi voto en favor de la candidata apoyada por la Democracia Cristiana.
Y lo digo así, pues claramente tengo críticas fuertes al gobierno anterior de Bachelet, especialmente por el manejo de Hacienda y Economía y por los manejos políticos torpes de su entorno más cercano. Voto por Bachelet porque su gobierno hará algo más por el cambio que lo que podría hacer su contendora, pero en verdad no creo que reciba el apoyo de sus partidos para hacer los cambios que prometió. En fin. El mal menor.
Pero Sfeir, por quien trabajé con entusiasmo, dijo algunas cosas muy importantes al dar su apoyo y eso me hace recuperar la esperanza.La campaña de mi candidato perseguía poner temas en el debate y fue la candidatura más propositiva de todas, entendiendo que su confrontación es sistémica y no focalizada en uno u otro partido político o candidatura.
Y su logro fue extraordinario: que la candidata que obtuvo el 46% le pidiera el apoyo al candidato del 2,5%, mediante un acuerdo entre los comandos que significaba recoger más de 40 medidas profundas y concretas planteadas en el programa de Sfeir.
Ella y su comando se dieron cuenta de la necesidad de ampliar su programa con las propuestas contenidas en el programa de Alfredo Sfeir, reconociendo que es el momento crucial para poner la agenda de la sustentabilidad junto a la de los cambios institucionales.
No puede haber ignorado Bachelet la circunstancia que en pocos días se hubiese gestado un movimiento para que el próximo gobierno acogiere a Sfeir como Ministro en temas de medio ambiente.
Este movimiento recibió la adhesión de más de 200 mil personas en muy pocos días, lo que fue un claro índice de que se había superado el marco de los partidarios y muchas personas se fueron entusiasmando con las propuestas de una campaña hermosa, novedosa, audaz y consistente.
Bachelet quiso contar con ese apoyo, pues los votantes de Sfeir eran en su mayoría personas con mucha conciencia sobre la necesidad tanto de las transformaciones en materia ambiental, como en cuanto poner en el centro de las preocupaciones al ser humano y no los índices, como tanto le gustó a Velasco y otros derechistas en el gobierno anterior.
Es verdad que Alfredo Sfeir no ha ejercido más que su opción, declarando expresamente que los que lo apoyaron son personas libres y conscientes para tomar sus propias decisiones.Muchos votaremos como él por Bachelet y dudo que haya otros que lo hagan por Matthei, pues la ex senadora representa un tipo de política que se aleja de sus sueños “verdes” y humanistas.Pero si lo hacen, bien, están en su derecho.
Lo que no puede hacer un demócrata convencido, un republicano cabal, es eludir la responsabilidad que genera haber sido candidato presidencial: la segunda vuelta es para ponerse de acuerdo y no, como dijo Sfeir, para irse por cuatro años a la casa y volver a sacar el paquete de ideas en la próxima elección. La tarea de la democracia es ir construyendo acuerdos para hacer una sociedad mejor.
La segunda vuelta es para que los perdedores se propongan influir en las candidaturas que siguen en competencia, buscando entendimientos sobre bases programáticas. No se trata de modificar el pacto esencial, en este caso la Nueva Mayoría, sino de ampliar las bases conceptuales de un futuro gobierno.
Pero los candidatos perdedores, como niños taimados, decidieron irse a sus casas y negarse a encontrar coincidencias. Eso ha sido denominado “egoísmo social”.La política es la capacidad de llegar a acuerdos, la voluntad de entenderse, la disposición a pensar en las personas del país.
No a todos les gusta eso, por cierto. Pero quienes creemos que es necesario construir la democracia institucional, debemos mostrar con nuestras acciones concretas que vivimos de acuerdo a esas ideas.
Poca autoridad moral puede tener un movimiento o un líder para conducir el país, si acaso no es capaz de buscar entendimientos con otros sectores de la sociedad para ir construyendo mayorías en tareas específicas.
Pienso en líderes morales de la estatura de Eduardo Frei Montalva, Bernardo Leighton e Ignacio Palma, que participaron en gobiernos para influir positivamente en sus programas, valorando el gesto de diferentes Presidentes que los llamaban, a pesar de pertenecer a un partido que entonces era muy pequeño.
Eso es lo que hacen Sfeir y Bachelet. Construir democracia. Tal vez no sea llamado al gobierno, pero las ideas ya están allí. Y miles de chilenos conscientes estaremos vigilantes para que se cumplan las promesas. O por lo menos que el nuevo gobierno intente cumplirlas.
La democracia necesita gente con ideas tan claras y tan fuertes, que sean capaces de hacer política propositiva y se atrevan a pactar con los que tienen el gobierno. Chile necesita más unidad, más acuerdos y más claridad de propósitos.