Si, como todo indica, Michelle Bachelet vuelve a la presidencia, necesitará marcar un rumbo claro a su gobierno y despejar desde la partida cualquier confusión sobre los objetivos concretos que pretende alcanzar. Su equipo de colaboradores deberá tener unidad de propósitos y asegurar una gestión eficiente. Y debemos considerar que el espíritu crítico ha crecido en la sociedad.
Lo decisivo no es sólo cómo empieza un gobierno, sino cómo termina. En otras palabras, cómo recibe el país y cómo lo entrega.Ello obliga a definir metas que puedan alcanzarse en 4 años, lo que no significa que no se puedan impulsar proyectos que excedan el mandato presidencial: todos los gobiernos lo hacen, lo cual da continuidad al Estado y a los planes de desarrollo. Pero el gobierno que inicie su gestión en marzo de 2014, deberá rendir cuentas por los resultados concretos que alcance dentro del período.
Las altas expectativas pueden convertirse en un problema para la tarea de gobernar si no se advierte a los chilenos ahora mismo sobre lo complejo que es equilibrar las demandas y las posibilidades.
Por ejemplo, es mejor no crear la ilusión de que la reforma tributaria será una especie de varita mágica con la que se podrán atender todas las necesidades en corto tiempo. De partida, su tramitación será compleja y habrá que estudiar sus efectos en la actividad económica.
Es plenamente válido el objetivo de elevar los impuestos a las empresas y a los sectores de mayores ingresos, pero las fórmulas específicas darán lugar a un debate parlamentario necesariamente prolongado.Sería un error creer que ahora habrá una “mayoría automática” en el Congreso.
Corresponde tratar a los ciudadanos como adultos, o sea, hablarles claro respecto de lo que se puede y lo que no se puede conseguir en los años que vienen. En otras palabras, advertirles que no se puede esperar todo del Estado y que no queda sino establecer prioridades.
La salud es una prioridad absoluta, aunque en la campaña se ha hablado menos de ello que de la bien sonante “gratuidad universal en la educación superior”.Chile necesita un sistema público de salud que esté en consonancia con los avances conseguidos en otras áreas.
El mayor logro de los gobiernos concertacionistas fue el Plan Auge, pero las necesidades son mucho mayores, en un contexto de envejecimiento de la población.La atención primaria es muy deficiente, la falta de especialistas en los hospitales ha hecho crisis y los costos de los medicamentos son demasiado altos para personas que reciben pensiones bajas. La evaluación global del próximo gobierno estará muy ligada a los avances en materia de salud.
Chile necesita potenciar los avances conseguidos en diversas áreas. El próximo gobierno partirá de lo que existe, y tendrá la suerte de recibir una economía dinámica, con buen ritmo de crecimiento y bajo desempleo. Habrá que asegurar que ello se mantenga y que crezca la inversión nacional y extranjera. La marcha de la economía es simplemente crucial para que el país no pierda el paso del progreso y pueda reducir las desigualdades de manera sostenible.
Algunos discursos entusiastas parecen darle a la palabra “cambio” una especie de poder mágico.Es como si su sola invocación aclarara el panorama sobre el futuro.
Tratándose de gente joven, puede entenderse que imaginen que basta con las buenas intenciones para que los cambios provoquen por sí solos una realidad mejor que la que existe.El problema es cuando algunos políticos avezados se afanan por sintonizar con los jóvenes y no se molestan en explicarles que los cambios pueden mejorar las cosas, pero también empeorarlas. Como dice Giovanni Sartori, se trata de gestionar bien los ideales.
El gobierno y el Congreso tendrán que ponerse de acuerdo el próximo año para abordar inteligentemente los cambios constitucionales. Hay que evitar a toda costa que se produzca una larga y desgastadora pugna que afecte la gobernabilidad y termine esterilizando los esfuerzos por mejorar nuestra institucionalidad.
Un gobierno que inicia su labor es como un barco que recién zarpa. Simpaticemos o no con el capitán, queremos que navegue en la dirección adecuada.Nos podemos imaginar los graves problemas que pueden crearse si parte de la tripulación no colabora lealmente con quien está al timón.Necesitamos que los vientos y las mareas no hagan perder el rumbo.Y deseamos naturalmente que el barco llegue a buen puerto.
Chile puede seguir progresando en los próximos años. Habrá que colaborar para que así sea.