Pasada la elección del domingo, estamos avocados a elegir nuevamente el 15 de diciembre.Muchos manifiestan su desencanto de no haber logrado la mayoría absoluta de los votos en primera vuelta.
Algunos están cansados de las elecciones. Otros, entre los votantes duros de derecha, manifiestan su alivio: cuentan con una representación parlamentaria significativa y piensan remontar el bajo resultado obtenido por E. Matthei.Sin saberlo tal vez, han tomado el slogan de Obama en su primera campaña: “¡sí se puede!”.
Y los militantes de los partidos de la Nueva Mayoría ya comienzan a salir a plazas y calles con las banderas de M. Bachelet para manifestar su decisión de triunfo en diciembre y convocar a los indecisos, a los que votaron por otros candidatos o simplemente a los que se quedaron en su casa.
Poco a poco la campaña irá capturando el interés de los ciudadanos. Habrá que decidir entre dos alternativas conocidas, que responden a las grandes corrientes culturales y políticas del país.
Dejaron el escenario las voces disonantes que hablaban de gobierno imaginarios: algunos representando movimientos reales de la sociedad, otros movidos por motivaciones difíciles de comprender.
En otros países, cuando el candidato triunfador de la primera vuelta saca más del 40% (Costa Rica) o 45% (Argentina), se lo da por triunfador. Se estima que ha habido una clara manifestación de la opinión de la ciudadanía en su favor.
En Argentina, además, si saca más de 40% y la diferencia con el que le sigue es de 10 puntos, también se le reconoce la victoria. Si en Chile tuviéramos alguna regla parecida, nos ahorraríamos el balotaje.
La segunda vuelta fue siempre pensada para desempatar entre dos candidatos que hubieran tenido resultados más o menos parejos, como ocurrió entre Lagos y Lavín en 1999. Pero no es el caso actual.
Todos los comentaristas dan por conocido el resultado de la segunda vuelta, porque efectivamente es difícil que E. Matthei remonte una diferencia tan significativa de preferencias, sobre todo dado el cuadro de candidatos que se presentó a la primera vuelta.
E. Frei el 2010 subió espectacularmente su votación, pero no alcanzó la meta. Era más fácil en esa oportunidad porque la distancia política con Marcos Enríquez era menor que la existente hoy entre E. Mathei y el resto de los candidatos.
Pero quien se siente en sus laureles se equivoca rotundamente. En la sociedad actual tan acostumbrada a la velocidad, todo pasa muy rápido. La atención de los ciudadanos es capturada por otras imágenes, otros mensajes y discursos.Efectivamente, es una nueva elección.
Desenfocada parece la disputa en la Nueva Mayoría sobre dónde habrá que ir a buscar los votos: si al centro o a la izquierda.Hay que llegar con el mensaje a todos los sectores sabiendo además que los ciudadanos no se dejan encasillar en forma coherente en esas categorías de la ciencia política.Pueden tener una dimensión más avanzada y otra más moderada. Es lo típico de nuestra época en que el elector se parece a aquel personaje clásico del teatro napolitano popular: Arlequín, hecho de retazos.
Hay que golpear todas las puertas insistiendo en los valores compartidos antes que en las diferencias particulares de cada grupo, sector, familia o tribu. Sobre todo M Bachelet que como muestran los estudios, se identifica en el imaginario de la gente con los símbolos patrios.
Ella está llamada a dar un nuevo impulso a un proceso democratizador que hunde sus raíces en la historia del país.