De un minuto a otro nos damos cuenta que nos robaron el país. Que, al caer la noche, llegaron los tigres y empobrecieron nuestra fértil tierra. Y si usted cree que estoy hablando de los empresarios, del mercado o del “sistema”, significa que forma parte de esa inmensa generación a la que le enseñaron a vivir con resentimiento en las venas.Significa que de aquellos tigres usted fue la presa.
Lo cierto es que, aún deteniéndonos en las abrumantes diferencias económicas, sociales y culturales entre los distintos sectores de la población, el sistema económico funciona.
No funciona para todos y debe ser corregido, en eso estamos de acuerdo, pero ha permitido situar a nuestro país como una de las economías más destacadas de los últimos años, logrando superar grandes crisis económicas como la que se inició el año 2008 en los mercados norteamericanos y que terminó devastando la confianza financiera a nivel mundial.
Su fortaleza permitió también, soportar económicamente los gastos de la reconstrucción luego de un terremoto que nos dejó por el suelo, al punto que hoy (tan solo tres años después), en líneas generales, vivimos en un país eficiente y eficaz.
Y este último punto no hubiera sido posible sin la participación importantísima de particulares, como Felipe Cubillos con Desafío Levantemos Chile o la misma Fundación que represento, quienes logramos, a mayor o menor escala, colaborar con la acción del Estado para llegar a todos los chilenos que necesitaban una mano para volver a trabajar.
Ello, sin duda, fue viable puesto que existe un marco jurídico que le da sustento a la libertad y a la autonomía de cada cuerpo intermedio para velar por sus propios fines específicos con miras al bien común general.
Es más, nuestro ordenamiento jurídico contiene conceptos que en estas fechas fue común escuchar en boca de diversos candidatos, muchos de los cuales están a favor, precisamente, de destruirlo.
¿Sabía usted que es nuestra Constitución la que plasma –no en un preámbulo carente de valor sino que en su mismísimo artículo primero– que la familia es el núcleo fundamental de la sociedad?
¿O que señala que el Estado está al servicio de la persona humana y que debe contribuir a crear las condiciones sociales que permitan a todos y a cada uno de los integrantes de la comunidad nacional su mayor realización espiritual y material posible?
No, como se ve no fue ni el “modelo económico” ni la “Constitución de la Dictadura” quienes robaron nuestra patria; como tampoco lo fueron sus promotores.Ellos soñaban con un país mejor y más justo y trabajaron por ello.Los grandes culpables son personas concretas, que hoy ocupan posiciones concretas, que jamás han buscado valores trascendentes o una verdadera reconciliación nacional.
Son empresarios concretos los que echan a perder el sistema, así como abogados concretos los que generan relaciones de injusticia y arbitrariedad. Pero lo más alarmante, son todos los políticos y líderes sociales concretos que abonan un resentimiento malsano que ha ido carcomiendo denodadamente los cimientos de nuestra vida en comunidad.
Resentimiento que nos llama a mirar con odio a quién sostiene una postura diversa a nosotros en un plano donde lo que más necesitamos es aprender a conversar.
Resentimiento que nos invita a juzgar, antes que a emitir juicios necesarios, pero personales, orientadores de nuestro obrar. Resentimiento que, en definitiva, nos muestra el país y los distintos temas país como una lucha de trincheras en donde todo medio vale con tal de ganar.
Cuando nos olvidamos de que los principios no sólo militan en los discursos sino que se deben encarnar y comenzamos a justificar nuestras barbaridades por un supuesto fin primordial, somos capaces de hacer cualquier cosa y seguir mirándonos al espejo sin pudor, con una máscara que embalsama nuestra precariedad.
En Chile todos somos miserables, por que nos quitaron la capacidad de soñar.Se robaron nuestros ideales, separaron la política del amor y a los principios de la moral.
Ya nadie cree que las personas se conquistan hablando con el corazón y no con la calculadora en la mano, ya nadie cree que es necesario, con miras a un desarrollo verdaderamente integral, situar a la persona en el centro y promover una superación de la pobreza que también sea espiritual. Nos han lavado el cerebro con resentimiento y ese resentimiento nos ha vuelto autómatas, incapaces de ver a los ojos antes de pre-juzgar.
¡Reconquistemos lo que se nos ha robado! ¡Terminemos de una vez por todas con esta vida miserable que nos han legado aquellos que solo trabajan por gloria personal!
Chile está para más, mucho más. Y hoy somos esa nueva generación, sin sarna, la que va a demostrar que los cambios existen cuando lo que se persigue son ideales nobles y el bien universal.