15 nov 2013

Votar

Gabriela Mistral, al recibir el Premio Nobel de literatura un 12 de diciembre de 1945, se declaró hija de la democracia chilena. Ella, “la insufrible demócrata”, amaba un Chile que tenía una larga tradición republicana que lo distinguía en el mundo entero. Sin embargo, Gabriela Mistral, en aquel entonces, no tenía derecho a votar para elegir Presidente de Chile. Recién ese derecho se le fue reconocido en 1949.

¿A qué viene la historia? Que el derecho a votar, por muy voluntario que ahora sea su ejercicio, es una conquista que a las clases medias, mujeres, campesinos y obreros les tomó décadas y décadas alcanzar.

Más aún cuando lo perdimos en septiembre de 1973, hubo cientos de miles de chilenos y chilenas que hicieron toda clase de sacrificios para recuperarlo.Recuerdo todo esto porque este domingo nos volveremos a reencontrar con esta historia de civismo y democracia. Debemos asistir a esa cita con el alma de Chile.

Cuando vamos a votar declaramos que nos sentimos parte de Chile y de su destino.Nos sentimos hijos de una tierra que nos vio nacer y que nos verá morir.Nos sentimos parte de una comunidad política que integra no sólo a los actuales 17 millones de chilenos, sino que también a generaciones pasadas que tanto hicieron por Chile.

Aún más, cuando votamos declaramos que nos sentimos parte del destino de las nuevas generaciones que están por venir, y que queremos que nazcan en un Chile mejor que el que recibimos.Votar es sentirse parte de Chile.

Cuando votamos tomamos parte de las decisiones de nuestra patria.Así elegimos a los representantes del pueblo que determinarán qué hacer con el Estado que la nación chilena se dio.

Mediante el pago de nuestros impuestos se construyen y administran escuelas, liceos, consultorios, hospitales, autopistas, puertos y aeropuertos.Al votar tomamos parte de esas decisiones que son centrales para millones de chilenos, particularmente los más pobres.

Cuando votamos nos reconocemos como ciudadanos.No sólo porque ejercemos un derecho, sino que además cumplimos con un deber. Ese deber se llama dignidad cívica, pues los chilenos y chilenas siempre nos hemos caracterizado por no aceptar dominio extranjero ni sometimiento a un rey o tirano.Así lo declaró Alonso de Ercilla viendo al pueblo mapuche luchar.

Cuando votamos le exigimos a nuestro gobierno, congreso, administraciones locales y gobiernos regionales que se esfuercen más y mejor por sacar adelante este país. Si no lo hacemos, nuestro silencio será interpretado de mil maneras.

Los que hace un año no votaron por alcaldes en sus comunas, hoy ven que las autoridades electas ejercen plenamente sus facultades, como si hubiesen sido elegidos por todos.No votar y quejarse después no es cosa seria.

Cuando votamos expresamos lo que somos. Incluso perdiendo, hay un mensaje que dejamos.

Votamos por la continuidad de una coalición de gobierno o por su reemplazo.Por una determinada concepción de la vida y de la sociedad. Decimos que tal candidato nos representa en sus valores o programa.

Anulamos porque no nos gusta ninguno y estamos descontentos con las alternativas ofrecidas.

Votamos en blanco declarando que apoyamos a quien sea electo. Pero hay un mensaje que dejamos. El silencio de la abstención nada dice.

Cuando votamos elegimos las ideas o partidos que nos gustan o, a lo menos, evitamos que nos gobiernen los que rechazamos. Aún en el caso que no nos represente nadie a cabalidad, siempre sabemos quienes definitivamente no queremos ver gobernando al país, región o comuna.Hay veces que votamos para expresar nuestro rechazo; pues bien, no siendo lo ideal es una expresión de voluntad que puede impedir males mayores.

Eso es infinitamente mejor que quedarnos de brazos cruzados cuando no nos gusta el estado actual de la política.

Cuando votamos les recordamos a nuestros gobernantes que ellos tendrán poder y autoridad sólo porque nosotros lo quisimos así. Además expresamos que aquí en Chile todos valen lo mismo, por lo menos al momento de ir a votar.

Finalmente, cuando votamos le decimos a los partidarios de la violencia que en Chile resolvemos nuestras diferencias pacíficamente, contando qué ejército de ciudadanos y ciudadanas es el más grande, sin recurrir a la fuerza ni al odio para vencer al adversario.

En suma, cuando votamos, volvemos a reencontrarnos con esa patria justiciera que tanto amó y sirvió Gabriela Mistral.

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