Las fuerzas del bloque opositor a la dictadura, a comienzos de 1988, se agruparon primero en el Comando por el NO y luego dieron vida a la Concertación de Partidos por la Democracia. Con ello se dio un paso decisivo hacia la histórica victoria democrática que conmemoramos en estos días: el triunfo del NO a la perpetuación de Pinochet y el término del atropello a la dignidad de la persona humana que significaba ese régimen.
En Chile, desde el punto de vista social, se habían configurado las condiciones para un amplio rechazo a la situación imperante; sin embargo, ello no bastaba para abrir paso a la recuperación de la democracia.
Era también una tarea esencial, la configuración de los requisitos políticos para avanzar hacia el tan preciado anhelo de rehacer una convivencia en paz y libertad.Los partidos de la Concertación hicieron esa labor, la de instalar ante el país una alternativa política viable, que fuera capaz de gobernar y, al mismo tiempo, de desmentir el tan socorrido argumento de la dictadura, que después de la misma venía el “caos”.
En estos días resulta fácil “cuestionar la cuestión”.Apareció un grupo de “sabelotodo” que encuentra que todo se hizo mal.El trasfondo es bien simple, si a estos “críticos” les hubiese tocado aquella encrucijada, sin duda, lo habrían hecho mucho mejor.Son lo que tienen el complejo de querer hacer “algo grande”, pero siempre llegan tarde.
Lamentablemente para ellos, los desafíos de la historia no se domicilian en sus residencias, desde las cuales quisieran “rehacer” el mundo.
Con una voluntad política concreta, terminar la dictadura, una movilización multitudinaria del pueblo de Chile, orientada y conducida por la Concertación, logró lo que parecía imposible: derrotar a Pinochet en el mismísimo escenario que él había preparado para su perpetuación en el poder.
Hasta entonces a ningún dictador de ese tipo se lograba derrotar en su propia cancha.En nuestro Chile así ocurrió. Y ese mérito histórico no podrá ser borrado jamás, aunque a muchos le pese.
Después de los hechos es mucho lo que se puede escribir. Los teóricos podrán atosigarse de tesis sobre las materias que estudian, pero acertarle al curso del proceso histórico solo lo consiguen unos pocos.
En nuestro caso, la conducción concertacionista, liderada por don Patricio Aylwin, fue correcta en lo fundamental y decisiva.
El plebiscito creaba un momento en que el uso de la fuerza que detentaba la dictadura quedaría anulado por la conjunción de los factores políticos, sociales e institucionales que, actuando de manera simultánea, haría imposible cualquier pretensión de desconocer la voluntad democrática de la nación.
Para bien de Chile, así fue.