04 oct 2013

No

Latinoamérica entera estaba sumida en las peores dictaduras militares que recuerde la historia. Todas ellas amparadas y protegidas por el Pentágono y la CIA norteamericana.Chile en este contexto no era la excepción.

Pinochet gobernaba con mano dura y cruel, desde el fatídico 11 de septiembre de 1973 y quería continuar con el poder absoluto por 8 años más.

Para concretar estos siniestros propósito llamó a un plebiscito el 5 de octubre de 1988, con la total certeza , según sus asesores , que obtendría un triunfo arrollador. Simplemente las encuestas se equivocaron una vez más , para bien de todos y todas.

Ese día fue el principio del fin, cavó su propia tumba sin que se le pasara por su mente, un resultado adverso, nunca entendió, ni comprendió que la gente estaba hastiada de tanta humillación ante el gobierno corrupto que encarnaba.

Han transcurrido largos 25 años de aquella epopeya, hazaña histórica inigualable.Única en un contexto electoral, dado que nunca un régimen de facto había sido derrocado por la fuerza moral y ética del voto popular, la ciudadanía se expresó mayoritaria y contundentemente por la opción NO.

Con toda la alegría que significó el triunfo, la tarea fue titánica, antes, durante y posterior al proceso , dado a la enorme incredulidad que existía en la población, respecto a si se respetarían los resultados, por unas fuerzas armadas que durante 17 años , mantuvo a la gente sumida en el terror absoluto.

Era imposible confiar, sobre todo si vivíamos atemorizados, por un miedo que recorría la espina dorsal del país de norte a sur.Diariamente conocíamos sobre las detenciones arbitrarias e ilegitimas, de aquellos pocos que al comienzo, éramos capaces de hacerle frente a la represión y denunciar los continuos atropellos a los derechos humanos y civiles.

En consecuencia “era de loco participar”, si los registros electorales, de más de 6 millones de electores fueron incinerados, con el objetivo de que chilenos y chilenas, nunca más fueran ciudadanos como lo establecía la espuria constitución del 80.

Era de una ingenuidad, pretender ganar si los partidos políticos, estaban clausurados unos y otros en receso, cuando no fuera de la ley.

Era una ilusión hasta casi patética, cuando la mayoría de la prensa radio, diarios y canales de TV era afín al régimen, con una obsecuencia cómplice, como fueron las cadenas del Mercurio y La Tercera. Los escasos medios opositores eran censurados y sus valientes periodistas y reporteros gráficos detenidos o silenciados, tras el calvario de la tortura, desaparición o el brutal asesinato.

Era casi imposible obtener un resultado meridianamente confiable si todo estaba controlado por los organismo de seguridad, con el beneplácito de capitán general, “donde no se movía una hoja sin que él no lo supiera” con un país absolutamente sumergido, castrado en sus elementales condiciones de persona humana.

En este estadio de tanta adversidad dimos una lucha muy desigual. Primero extirpando el miedo, rescatando la confianza, construyendo la esperanza, alimentando un sueño, tarea nada fácil, por el escepticismo reinante, donde algunos considerábamos que era la única forma de salir de la dictadura y otros ilusamente propiciaban la vía armada.

Aquellos que la practicaron constataron que sus resultados fueron desastrosos y la venganza o respuesta por esas acciones culminaron con una estela de macabros asesinatos.

Espero que nadie se confunda, la masiva respuesta con un resultado imprevisible, ganador para el No fue muy duro de reconocer por el Dictador; hasta altas horas de la noche, el subsecretario de interior Alberto Cardemil, se guardaba la información, incluso se pensó hasta en un decreto de volver a declarar el Estado de Sitio en toda la Nación.

La lúgubre idea no prosperó, solo podía nacer del insano déspota que acorralado y desesperado lo propuso a los demás miembros de la Junta, los cuales se negaron a tales viles e impresentables propósitos, dejándolo por primera vez solo, con su derrota personal.

La única fuerza que inspiró a miles de compatriotas fue su arraigado sentido cívico, su espíritu libertario, su anhelo de vivir y construir todos junto una democracia, que aunque todavía es incompleta, imperfecta, sin duda es mucho, mejor que nada.

Que esto no se nos olvide, para no repetir los errores y horrores del pasado. Fue una lección demasiado dolorosa, donde nunca jamás podrán restañarse las heridas causadas, a tantos inocentes que bridaron sus vidas por un mañana en libertad.

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  • Jose

    No eran las peores dictaduras de Latinoamérica, eran dictaduras para defenderse de la peor, como la de Cuba. Esa era la peor, y la prueba es que continúa.