Esta semana, el Senado dio el primer gran paso hacia la reforma de nuestro sistema electoral.La discusión no ha sido fácil y nunca en nuestra historia lo ha sido, ya que siempre puede ser mirada desde distintos y legítimos puntos de vista.
En estos tiempos, algunos ven en la reforma al sistema electoral, la vía para descomprimir la tensión social y permitir la incorporación de nuevos sectores políticos y miradas al parlamento.
Otros, como la fórmula para dar cauce institucional a las legítimas demandas sociales que se han ido expresando en el último tiempo, de manera de evitar que sea la calle el lugar en que deban resolverse las razonables diferencias que puedan existir.
Para otros, se trata de una cuestión estratégica, que argumenta legítimamente sacar esta discusión de la coyuntura electoral.
Hay quienes piensan que representa el fin del enclave autoritario más simbólico que dejó el gobierno militar y por tanto, también la posibilidad de propinarle una derrota a quienes en teoría deberían defenderlo.
Para otros tantos, representa la posibilidad de dejar en evidencia la representación real de las distintas fuerzas políticas, de manera de que las mayorías y las minorías representen efectivamente lo que son.
Para algunos más, se trata de un problema de estabilidad y gobernabilidad institucional, que puede terminar con 23 años de entendimiento pacífico y de diálogo entre las principales fuerzas políticas, que serían los exclusivos y excluyentes garantes de la calidad y representatividad de los grandes acuerdos que Chile necesita.
Otros por su parte, señalan que se trata de una discusión artificial e innecesaria, que no tiene relevancia para la ciudadanía por cuanto no constituiría una preocupación para ellos.
Sin embargo, la responsabilidad del Senado y del Congreso Nacional en su conjunto, es acordar que las consideraciones en juego van muchísimo más allá de las naturales consecuencias electorales asociadas a una decisión de esta naturaleza para las distintas fuerzas políticas y para la suerte electoral de los distintos parlamentarios.
Se trata entonces, de comprender en este particular momento de nuestra historia, que nuestra función natural de representantes y mandatarios de la ciudadanía, es consustancial a la responsabilidad de tomar decisiones políticas en los momentos y oportunidades que corresponden. En eso precisamente consiste el mandato que la ciudadanía nos otorga.
Por ésto, el primer gran paso que ha dado el Senado es especialmente trascendente, ya que justamente ha ido más allá de lo que significa o simboliza esta reforma para cada uno.
Lo que se ha compartido, es un diagnóstico general respecto a que ha llegado el momento de repensar y reformar de una vez nuestro sistema electoral, más allá de las legítimas cuestiones estratégicas que se puedan presentar, las que en ningún caso pueden llevarnos al inmovilismo y a detener cualquier avance que se pueda lograr camino hacia una reforma profunda y representativa.
Así, lo que discutimos este martes en el Senado fueron principios y debimos fijar posición respecto a la “necesidad de reformar el sistema electoral”, de manera de que será la historia, desde este martes, la que constatará fielmente cómo actuaron unos y cómo actuaron otros en este particular momento de cambio que vive el país.
La necesidad de realizar cambios sustantivos al sistema electoral, implica necesariamente eliminar el número de 120 diputados que establece la Constitución, ya que constituye una barrera constitucional que impide efectuar los cambios legales que pudiesen ser necesarios cuando entremos a la discusión política y por tanto, a los niveles de proporcionalidad que se requieran introducir al sistema.
Tal discusión, debe apuntar a dar mayor representatividad, proporcionalidad, y competencia al sistema, manteniendo la gobernabilidad y estabilidad que ha caracterizado al país desde el retorno a la democracia.
Por último, felicito a los senadores que han concurrido con su voto a aprobar esta reforma constitucional, respetando las legítimas cuestiones de fondo que se han planteado para la discusión en particular del sistema, como también, me alegro profundamente, que se haya compartido el diagnostico mayoritario, respecto a que nuestro sistema electoral cumplió un ciclo y exige de una reforma seria.