En el fútbol, sobre todo si es de alta competencia, los relatores y comentaristas premian y ensalzan con generosos elogios el “oportunismo” de aquellas “mega estrellas” que están en el momento preciso para golpear “la pelotita” e inflar la red del arco rival conquistando un tan ansiado como precioso gol, aquel que puede ser decisivo para alcanzar un buen resultado, sea de la selección que lleva los colores patrios, sea del equipo de los amores deportivos de cada cual, sea del querido y nunca olvidado equipo de barrio.
En el caso del fútbol dicho oportunismo es parte fundamental del espectáculo y recompensa de manera incalculable a quienes lo poseen.
En política o en los asuntos públicos no es así, mejor dicho no puede ser así. En la conducción del Estado que es la misión esencial y el valor profundo de la política no corresponde, porque está en contra de su médula constitutiva, la actitud permanente de estar a la espera de lo que “me conviene”, en vigilia de la captura de una escaramuza cualquiera para uso propio, en beneficio particular sin atender el bien común del proyecto de sociedad en que se participa.
El valor ético de la política repugna de aquel intento de aprovechamiento personal con exclusivos fines de conveniencia individual.
Por el contrario, el esfuerzo político debe ser presidido por proyectos de país que exigen de quienes deseen ser protagonistas conductas coherentes en el tiempo, que distingan y entreguen una identidad o fisonomía a los diferentes actores, más aún, si algunos solicitan el voto de ciudadanos y ciudadanas no debiesen ensayar ropajes que se cambian de la mañana a la tarde en un oportunismo político que acentúa el desencanto y el descrédito del sistema.
En mi opinión, esto explica los amplios comentarios que ha suscitado la solicitud de una candidatura senatorial de la UDI hacia una postulación presidencial independiente para que la misma no le sitúe competidores en la circunscripción del solicitante. Se ha justificado este hecho en virtud de una relación de amistad.Resulta insólito este desmarque del candidato oficialista.
Estas maniobras desfiguran y pervierten la política. Parece una feria en que cada cual hace la transacción más dudosa siempre que en algo le convenga. Ese clima de prosperar conlleva un motivo más para que muchas personas se alejen y distancien aun más de la política pues observan que el valor de la política ha sido reemplazado por arreglos y transacas de muy dudosa inspiración y peor destino.
Por eso, que a diferencia del fútbol, en política el oportunismo es un triste espectáculo.
Muchos no lo comprenden, se piensan a sí mismos como esos héroes de la pantalla chica, se obnubilan y terminan, finalmente, marcando un penoso autogol.