La actual crisis política generada por la renuncia de Pablo Longueira a la presidencia de la República muestra la compleja situación en que se encuentra la Alianza de derechas. El panorama hace evidente una presencia avasalladora de la candidatura Bachelet y una muy debilitada opción derechista en las presidenciales.
La renuncia de Longueira es casi el epitafio a cualquier pretensión de regresar a La Moneda. No obstante, tal y como se ha dicho, lo fundamental en los próximos comicios se juega en las parlamentarias.
Si bien el sector aliancista aparece muy debilitado, nadie puede desconocer que la elección de parlamentarios en noviembre se realizará en el marco del binominalismo imperante, de manera que resulta muy difícil imaginar una debacle de este sector.
Mucho menos si tomamos en cuenta el “voto histórico” de la derecha chilena.Se pueden producir “doblajes” en algunos puntos del país, pero nada indica que tal será la norma en las distintas circunscripciones. Este panorama complica a Nueva Mayoría, pues es altamente probable que deba gobernar con una presidente muy popular y un parlamento en relativo equilibrio.
La escena que se inaugura en Chile en los años venideros, tiende repetir la constante que marcó a los gobiernos concertacionistas. Es claro que un paisaje tal impide reformas radicales o, por lo menos, las condiciona.
Sin embargo, hay dos novedades que deben ser consideradas. En primer lugar, pareciera que existe una voluntad política en la ex mandataria y en algunos sectores de Nueva Mayoría para emprender reformas más sustantivas. En segundo termino, existe una creciente movilización social que pudiera presionar al próximo gobierno a concretar los cambios prometidos.
La llave maestra para abrir las puertas al cambio se llama “reforma constitucional” Ahora bien, una reforma de esta envergadura requiere condiciones de posibilidad nada fáciles de alcanzar.
Por de pronto, la fórmula de una Asamblea Constituyente ha sido desestimada por sectores de la misma Nueva Mayoría y la vía institucional está clausurada por los altos quórums requeridos. Un eventual gobierno de la señora Bachelet deberá encontrar la fórmula para destrabar los cerrojos que impiden el cambio sin perder el control de la situación.
Las dificultades que deberá enfrentar el próximo gobierno son múltiples y variadas, entre las cuales ya resulta previsible un deterioro de las circunstancias económicas y un aumento de las movilizaciones sociales.
Por su parte, la presencia de una derecha muy conservadora en el parlamento y con una hegemonía indiscutible en sectores estratégicos empresariales, mediáticos e, incluso, militares, no augura un gobierno fácil en ningún sentido.
Después de cuarenta años del golpe militar, las nuevas generaciones de chilenos deberán hacer frente a la inmensa tarea histórica de superar la herencia de una dictadura que se ha prolongado obstinada hasta el presente.