El inesperado resultado de la primera elección primaria, para elegir a un o una candidata a la presidencia del país, continúa causando estragos dolorosos en las filas de la derecha gobernante.
Más de tres millones de electores votaron libre y soberanamente. Sobre un millón y medio solo se los llevó la candidata Michelle Bachelet, anticipando cuál será la voluntad popular en el mes de noviembre del presente año, salvo que suceda algo inesperado, inaudito, porque no decirlo con todo sus letras insólito.
En la vereda del frente, los acontecimientos políticos van de mal en peor.
La derrota de Allamand, para muchos fue una sorpresa. Longueira le ganó, con estrecho margen, pero los votos se cuentan y los resultados fueron categóricos. La Udi volvió a aplastar a sus socios de RN.Sin ningún derecho a apelación.
Lo sorprendente es la apocalíptica renuncia a la candidatura presidencial del líder de la centroderecha, legítimamente obtenida tras un proceso electoral ciudadano impecable, sin dudas ni manchas, que deja a ese sector en la total y absoluta orfandad.
Pablo Longueira, se retira, debido a un fuerte cuadro depresivo, que le impide físicamente continuar en la carrera hacia el sillón de O’Higgins, máxima ambición de todo político que se precie de tal, y que se encuentre en el servicio público.
Si no es curiosa la situación, al menos es preocupante, toda vez que los médicos así lo han constatado, y refrendado por sus hijos tras la lectura al país de la dimisión de su señor padre.
Fue una escena extremadamente dolorosa, dejando consternados a gran parte de los chilenos y chilenas, que sienten en él una esperanza en la continuación del gobierno del presidente Piñera.
El punto está, además en otros hechos graves, perjudiciales e imperdonables por ese afán desmedido de la Udi, de no importarle sacrificar a una de sus figuras relevantes con tal de aferrarse al poder, ojalá al poder total y absoluto. Sin prever, preocupar, ni menos constatar que su candidato sufre un cuadro de salud incompatible con el alto cargo al cual aspiraba, después de desempeñar una brillante carrera política.
Qué explicación se les puede dar a esas 800 mil personas que respaldaron las primarias con su voto, para democratizar ese sector político, toda vez que siempre sus candidatos a cualquier cargo de elección popular son elegidos, entre cuatro paredes, por una camarilla de coroneles históricos, herederos de la corriente y faena de Jaime Guzmán.
¿Por qué se juega con la fe pública, con las instituciones y las leyes que emanan desde el Congreso Nacional, sometiendo a la población a un engaño que, a la postre viene a explotar en el seno de sus propio sector político?
¿Dónde queda el sentido republicano, la seriedad de sus directivas que deben ser espejo de transparencia y no meras y burdos cálculos políticos, cuéste a quien cueste?
El daño para Longueira, su familia y el sistema político es por decir lo menos, irreparable y tortuoso, con consecuencias imprevisibles para el sistema democrático. Por el vacío dejado, a estas alturas, casi imposible de reemplazar.
La confianza vuelve a declinar, la juventud mayoritariamente se aleja y con razón de sus responsabilidades de concurrir a manifestarse en las urnas, el voto-castigo y el rechazo a las malas prácticas se harán sentir –qué duda cabe- en esta elección.
Como dije , salvo un acontecimiento, fuera de toda lógica, las cartas ya están tiradas. Los resultados son casi previsibles.
Ahora, será la tarea de una mujer satisfacer lo que la gente quiere: cambios verdaderos a la Constitución; fin al binominal; educación pública gratuita y de calidad; Reforma Tributaria; salud decente para todos. Mayor igualdad y menor discriminación; jubilaciones que al menos alcancen para subsistir dignamente y, por sobre todo, transparencia en el manejo de las platas de todos los chilenos y chilenas.
Dejémonos de improvisaciones, sólo de usted depende.