No hay, casi, más vueltas analíticas que darle: las primarias presidenciales de la Nueva Mayoría y de la Alianza han mostrado a la ex Presidenta Michelle Bachelet como la más altamente probable presidenta del nuevo período político presidencial en gestación.
Las primarias mostraron que ese porcentaje de alrededor de un 80% de aprobación con que Michelle Bachelet culminó su período anterior, tiende a reaparecer en ese más de un millón y medio de ciudadanos votantes voluntarios entusiastas que votaron por ella en las primarias presidenciales recién pasadas.
En efecto, ella obtuvo alrededor de un 73% del total de los votantes del pacto Nueva Mayoría, que, inesperadamente, alcanzó la no despreciable cifra de más de dos millones de chilenos que estuvieron dispuestos a votar ese día por los candidatos de ese pacto.
Salvo que ocurra un “milagro” –a favor de quienes no gustan de ese escenario- es altamente probable, para expresarlo coloquialmente, que Michelle Bachelet se repetirá el plato principal de la política chilena.
A su vez, el candidato de la Alianza que ganó, Pablo Longueira, lo hizo con un margen estrecho frente a su contendor Andrés Allamand.
Así, de los más de 800.000 votantes, también voluntarios y entusiastas, que votaron en las primarias de ese sector un 51,4% lo hizo por Longueira y un 48,6% por Allamand.
Las cifras, aunque todavía preliminares, son claras. Un indicador fuerte y más confiable que la mejor de las encuestas – tan venidas a menos este último tiempo.
Las propuestas de la candidata Bachelet miran y van por la izquierda, en educación, impuestos y otras materias como asimismo en aquellas de naturaleza más política, tales como la Constitución y el sistema electoral, aunque a este último respecto son menos precisas o menos “prejuiciosas” como plantea, ambiguamente, la candidata.
En materias ético-sociales sus propuestas son también guiños a la izquierda, sea en asuntos como el matrimonio homosexual o el aborto.
Existen pocos flancos dónde sus opositores pueden golpearla con éxito. No les resultó el ataque por el tema de las responsabilidades del 27/F-2010, pero se perciben algunos desafíos que más bien provienen desde la izquierda.
Desde luego, las otras candidaturas de aquel sector, entre ellas las de Marcel Claude y, especialmente, la de Marco Enríquez-Ominami.No hay que olvidar que ME-O obtuvo un nada despreciable 20% en la primera vuelta presidencial del año 2009.
No es que sea predecible una performance igual o superior, pero entre ME-O y el total de candidatos –alrededor de siete u ocho- el porcentaje de votos que no apoyará a la candidata Bachelet anuncia, de todos modos, que habrá segunda vuelta.
De otro lado, un segmento amplio, mayoritario, del electorado no votó en las primarias – si bien la participación fue extraordinariamente alta, alrededor de un total de 3 millones, solamente votó un 23%- y en virtud del voto voluntario, no es posible predecir cuánto del porcentaje restante votará o no votará en la presidencial real, por así denominarla.
En cambio, sí se puede argumentar que un alto porcentaje de esos no votantes y no entusiastas de la política es probablemente de centro, de aquellos moderados, a quienes no les gusta ni unos ni otros de los candidatos de ambas coaliciones, que perciben en la política y en los políticos una fuente inagotable de conflictos e incapacidad de ponerse de acuerdo para proponer soluciones viables, de largo plazo, sobre temas tan importantes como la educación, la energía, el medio ambiente.
Tal segmento puede resolver hacer uso de la voluntariedad y simplemente no votar y, además, entre aquellos que sí lo hagan, no es tan predecible por quien lo harán.
En ese último sentido, la segunda vuelta –que la ex Presidenta a todas luces preferiría evitar- no es tan certeramente predecible como la primera, aunque la ventaja siga estando con ella.
Por cierto, el candidato Longueira, avezado, entusiasta y organizado político, apuntará al centro y se desderechizará; a su vez, la candidata Bachelet, a los mismos efectos, se desizquierdizará.
Sin embargo, la tesis que el centro y la moderación tendrán una especie de última palabra puede ser desafiada por el hecho que el PR, un tradicional ocupante de ese sector, está hoy más a la izquierda que el PC, y casi extinto; y la DC ha sufrido en las primarias una derrota que la pone al borde de ser un partido en peligro de extinción.
Algo distinto es aquello de las elecciones parlamentarias, dónde se puede pronosticar que la derecha y la centro derecha obtendrán ese 35 o 40% que la mantiene vigente en el escenario político chileno.
Analizado el asunto desde la perspectiva de ese sector y habida consideración de los hechos relativos a las presidenciales, la UDI y RN harían bien en concentrar sus esfuerzos en obtener una votación como la indicada.
Que la obtuvieran por cierto no sería malo para ellos, ni tampoco para el régimen político democrático, entendido como aquel en que la mayoría manda y tiene derecho a mandar pero dentro del respeto de las minorías; y las minorías no mandan pero tienen derecho a que se les respeten sus derechos y a seguir compitiendo por convertirse, en la próxima vuelta, en mayoría.
Esa es por lo demás, a mi juicio, la esencia civilizada misma de la política en un régimen político democrático.