Un ex militante DC, actual jefe de campaña de Andrés Velasco, ha señalado que la Democracia Cristiana dejó de ser un “partido bisagra” para convertirse en una opción de izquierda. Más allá de que su comentario es evidentemente interesado, no me deja de provocar su contenido.
Soy militante de la democracia cristiana desde hace 30 años, y, aunque a algunos les suene raro, siempre me he sentido un hombre de izquierda, entendiendo por ello una opción permanente por la ampliación de las libertades, la justicia y la equidad, en contraposición a la derecha, fiel guardiana de los privilegios del poder económico y, por ende, del status quo.
Ingresé a la política siendo universitario, en los años de dictadura, entendiendo que no era posible restarse al esfuerzo por recobrar la democracia para Chile (como sí lo hizo Andrés Velasco, quien privilegió su carrera académica fuera de Chile, probablemente a la espera de tiempos mejores).
Al igual como seguramente le ocurrió a muchos, me integré con gran entusiasmo al PDC, a pesar de ciertas dudas, motivado por su historia, el ejemplo de sus principales líderes -como Leigthon, Tomic, Fuentealba y Castillo Velasco-, y porque la asumía como una efectiva opción socialdemócrata de inspiración humanista cristiana, total y completamente complementaria con la socialdemocracia del humanismo laico, con la cual estábamos llamados a converger, y la que, lastimosamente, había dejado de ser opción en Chile con el declive del Partido Radical, el que se inicia justamente cuando de ser una fuerza progresista pasa a asumir la idea de que su rol era ser el “péndulo” de la política chilena.
En cada charla o seminario de formación a los que asistí como joven democratacristiano, me hablaron de la “revolución en libertad”. O sea, sobre la necesidad de un cambio político y social profundo en Chile y el mundo, siempre con estricto apego a los derechos fundamentales y justamente para la plena vigencia de los mismos. Ello, por cierto exigía ponerse de acuerdo con muchos, ojalá con y entre todos, pero de ser bisagras nada.
Ciertamente no hay nada de ilegítimo en que “alguien” o un partido político se proponga jugar el rol de “equilibrista” entre fuerzas antagónicas, y quiera tomar su compensación por ello, que seguramente sería el Gobierno como condición de mal menor. El punto es que nunca ha sido ese el rol de la DC, no es lo que se nos enseñó ni lo que muestra su historia. Posiblemente es por ello que el ex dirigente se siente más cómodo con Velasco que en un partido de innegable vocación reformadora.
Finalmente, su apelación al centro político más parece la decisión del tipo que pone un kiosco en la playa y dice “esta localización es la mejor para conseguir clientela de todos lados”. Pero los partidos no son kioscos ni la política es un negocio.