La diferencia entre una política pública seria y un mediático anuncio presidencial recae en la posibilidad de medir los efectos que genera, en la capacidad de proyectarse en el tiempo y que sea sustentable económica y socialmente.
El anuncio del Presidente Sebastián Piñera sobre el “bono al tercer hijo” para promover una mayor natalidad suena más bien a lo primero, puesto que los efectos de este anuncio podrían, incluso, ser perversos, pues una familia de clase media y menos una de altos ingresos, no van a optar por tener otro hijo por el bono, ya que esto no tiene ninguna proporción con su nivel de gastos.
Y para una familia de escasos recursos puede significar un incentivo perverso, pues hoy la natalidad en estos sectores es mucho mayor, generando mayor pobreza en muchos casos.
Si como país queremos enfrentar este tema tenemos en primer lugar que hacernos cargo de nuestras desigualdades y proponer políticas focalizadas.
En educación, por ejemplo, se debe garantizar el acceso universal a salas cunas y jardines infantiles, y que estudiar una carrera no signifique endeudar a la familia por varias generaciones.
Lo mismo debe ocurrir con la salud, en la que un hijo enfermo es la predestinación a la pobreza, mientras que en el ámbito laboral se debe promover una política que compatibilice el trabajo con la vida familiar.
Por otra parte, en los sectores de menores ingresos, donde las familias son más bien numerosas cuesta mucho cumplir con la crianza. El acento debería ponerse en que los niños y niñas que ya llegaron al mundo cuenten con mejores expectativas de vida y mejoren sus oportunidades para desarrollarse en espacios verdes, seguros y sustentables.
En definitiva, los mismos 100 mil pesos bien invertidos en políticas públicas podrían mejorar la vida a una familia de 2 hijos y cambiarle la vida a un niño o a una madre.