La caída de Golborne como candidato presidencial de la UDI, el ingreso de Longueira en la carrera presidencial y la falta de voluntad política de los dirigentes de los partidos de la oposición para dirimir ante la ciudadanía los cupos parlamentarios, han modificado aquel escenario marcado por el encanto del regreso de la ex Presidenta Bachelet y por el control casi absoluto de la agenda política que ella hizo por un período.
Era evidente, en los medios y sobre todo para los dirigentes de la UDI, que la candidatura de Golborne se estaba apagando, que caía lentamente en las encuestas, que no lograba colocar ideas en el debate y lo más grave para un partido como la UDI, que hace de su identidad y de su orgullo de tribu un factor de fuerza, era que Golborne representaba cada vez menos sus ideas y mostraba escasa capacidad para identificar a los militantes con su candidatura.
Cuando sobreviene el fallo de la Corte Suprema que sanciona a CENCOSUD por las comisiones unilaterales contra 700 mil chilenos – donde Golborne tiene responsabilidad y beneficios directos como Gerente General de la empresa – y se “filtran” sus depósitos en los paraísos financieros, la salida de Golborne del escenario presidencial ya se había desatado y los dirigentes de la UDI encontraron un motivo poderoso para bajar a Golborne e investir con excepcional rapidez a Pablo Longueira cuyos adherentes aparecieron incluso con publicidad impresa aún antes que Golborne renunciara oficialmente a su candidatura.
Por cierto la llegada de Pablo Longueira a la competencia presidencial modifica algunos escenarios. De hecho, obliga a Allamand, que realizaba una campaña a la derecha de Golborne para quitarle parte de su electorado, a correrse apresuradamente hacia el centro y colocar una batería de propuestas, que aunque carentes de toda consistencia en la política seguida por RN y el propio Allamand, lo diferencian de Longueira.
Entendámonos. La candidatura de Longueira significa que la UDI, que maneja encuestas detalladas, está consciente que las probabilidades de ganar las presidenciales son escasas y prefiere el repliegue ordenado, manteniendo el alto número de parlamentarios, su supremacía sobre RN , derrotando definitivamente a Allamand que ha sido siempre un escollo con el cual la UDI se ha topado en el camino.
Longueira, de hecho, es mejor candidato que Golborne para las primarias porque tiene más estatura e historia política, moviliza el orgullo UDI de sus electores y representa ciertamente a la UDI histórica, el voto duro y blando de una derecha que quiere seguir siendo como es y que no asume un nuevo relato porque considera vigente aquel que sellaron con Jaime Guzmán.
Sin embargo, Longueira que puede ganar la primaria con Allamand, y que seguramente será el candidato después del 30 de Junio, tiene menos votos que Golborne en la competencia presidencial propiamente tal, un altísimo y transversal rechazo, polariza la contienda presidencial entre derecha y una centroizquierda con una candidata con alta aprobación y bajo rechazo e incluso hace renacer algunos fantasmas del pasado que no estuvieron presentes en la última elección presidencial.
Si la hipótesis es que Piñera ganó porque representaba a la derecha aperturista y liberal, Longueira pierde porque representa, más que nadie, a la derecha integrista y conservadora pero sobretodo al modelo político y económico que la sociedad chilena cuestiona fuertemente.
Sin embargo, esta derecha, con Longueira candidato y con su aparato militante movilizado, espera ganar una primaria que antes estaba relativamente en cuestión, fortalecer a la UDI como partido y establecer un hegemonía política que los proyecta hacia el futuro, aún perdiendo la presidencial.
Sin embargo, para la oposición y para Michelle Bachelet , que continúa manteniendo una notable ventaja en todas las encuestas, el camino también se complejiza ya que un candidato como Longueira, más político y más identificado con el pasado, hace más confrontacional la competencia y traslada ineluctablemente focos que la candidata quería poner en el pasado.
Pero, sobre todo, los problemas que surgen a Bachelet es que debe aún pasar la primaria interna de la oposición para asumir definitivamente ese liderazgo y que, mucho más allá de los números que la favorecen ampliamente, tiende a ser una competencia donde sus contendores la someterán a una crítica, en el afán de diferenciarse y de lograr el segundo lugar considerado una importante colocación de futuro, que ya se observa dura y puede ser, por momentos, de parte de algunos, destemplada.
Sin embargo, el tono de la competencia presidencial de la oposición será un detalle.Bachelet utiliza el tiempo de las primarias para reencontrarse con el país y escuchar a miles de personas en todo Chile. El mayor problema de Bachelet está dado por los límites de una coalición política aún no preparada para transformarse en una nueva mayoría y consumida por sus disputas de cuotas de poder que la mayoría ciudadana, a la cual interpreta la candidata, rechaza.
El no haber llegado a un acuerdo por parte de los partidos de oposición para inscribir una competencia legal de primarias que permitiera dirimir, con la participación de la ciudadanía los cupos de diputados y senadores, y después de haber legislado y de haberse comprometido a ello ante el país, es un duro daño, completamente gratuito, a la candidatura de Bachelet y a su liderazgo ya que incluso, fracasada la inscripción y habiendo reiterado la exigencia de al menos primarias convencionales, no logra imponerlas a los partidos y tampoco a los líderes del sector socialista que le han sido históricamente mas vecinos.
Los partidos están entrampados en su propia demagogia. Propusieron y acordaron primarias en un documento formal, presionaron para que hubiera ley de primarias con la idea de atenuar los efectos antidemocráticos y nocivos del binominal y de abrir una puerta de participación a una ciudadanía que en las municipales se abstuvo en más del 60%, pero demostraron no estar preparados culturalmente para responder a la oferta que le hicieron a los chilenos y que estos asumieron en importante magnitud.
Crearon una expectativa ciudadana que sus prácticas políticas le impiden cumplir y ello afecta la campaña de Bachelet que está basada justamente en la transparencia, en el mejoramiento de la calidad de la política, en la lucha por la igualdad y por una democracia integradora y participativa.
Es aquí donde el enorme prestigio y popularidad de Bachelet puede dañarse y, por ende, se requiere que los partidos de la oposición salgan de su burbuja y comprendan el malestar existente en la sociedad hacia la política y los políticos, el desprestigio de los parlamentarios como colectivo, la indiferencia de la ciudadanía, y que asuman que para ganar y gobernar con Bachelet se requiere una nueva mayoría social y política que no se forma precisamente aniquilando las primarias y repitiendo los errores cometidos en el pasado y que nos llevaron hace cuatro años a la derrota.
Se requiere, creo, además, de un nuevo espíritu, de una convicción por el cambio profundo, de renunciar a cuotas de poder que partidos y grupos han controlado en estos casi 25 años y colocarlos a disposición de una sociedad compleja y cambiante, que quiere participar protagónicamente de las decisiones.
No hay que olvidar que más allá de las encuestas hay casi seis millones de chilenos que no han votado y cuyo voto representa un factor de incertidumbre en la presidencial de noviembre. Es una dura advertencia para los partidos.