A medida que se devela la compleja trama de la caída de la pre-candidatura de Laurence Golborne a la presidencia de la República considero que además de los detalles técnico-jurídicos conviene analizar algunos aspectos políticos.
Desde luego, como expresara ya hace tiempo el candidato Andrés Allamand, la política chilena es sin llorar – y a veces sin pensar y siempre sin misericordia agrego yo.
En efecto, en cuanto se abrieron dos flancos de severas críticas a la candidatura Golborne –los cobros unilaterales de Cencosud y su participación en una empresa con inversiones en un país de aquellos denominados paraísos fiscales, donde no hay impuestos, por eso lo de “paraísos”- el otro candidato de la Alianza no trepidó en atacar con todo, y ganó.
Aunque por cierto está por confirmarse si Allamand efectivamente “ganó”, ya que en las primarias ahora deberá enfrentar a Pablo Longueira, un candidato poderoso, por ser más político, más experimentado y contar con un partido grande y furiosamente junto a él.
Queda en claro también que la política chilena, y en todas o casi todas partes para ser objetivo, un motivo esencial, real, subyacente, es aquel que en otras ocasiones he graficado como “quítate tú para ponerme yo”; o bien, “yo me quedo, quítate tú”.
Por otra parte, se hace evidente que la política-política, no aquella de las declaraciones para la opinión pública, llenas de buenas palabras e intenciones, es en realidad una contienda dura que, en ocasiones, todos o casi todos los medios valen.
Por eso mismo, se trata de un juego no apto para quienes gusten de los buenos modales, aprecien a los otros, sopesen los argumentos que se exponen, consideren los intereses, ideas y propuestas de los contendientes del mismo sector, para que decir de los contrarios.
De otro lado, si alguien considera que lo anterior se aplica solamente a un sector – en este caso la Alianza, afectada por los eventos que comento- convendría que esperara algún tiempo ya que es altamente probable que ocurrirá algún episodio que afectará a quienes en esta ocasión han mirado desde un balcón lo sucedido.
Por último, lo de Cencosud y las Islas Vírgenes me trajo a la memoria aquella conocida frase de Plutarco atribuida a Julio César (“la mujer del César no debe estar ni siquiera bajo sospecha”).
En su esencia la aludida frase apunta a que un político no puede estar bajo la sospecha de haber cometido un ilícito, ni siquiera cuando puedan existir dudas razonables acerca de su inocencia o culpabilidad.
En efecto, respecto de ambos eventos el candidato Golborne pudo haberse defendido mejor pero estaba en una de aquellas situaciones en que no basta con ser honesto y no estar sujeto a reproche legal o jurídico.
Al estar bajo sospecha, quedó políticamente vulnerable y afecto a lo que en definitiva le ocurrió, esto es, quedar fuera de la contienda por un cupo en las elecciones presidenciales de este año 2013.
Pienso que en política no se aplica que el que esté absolutamente libre de toda sospecha lance la primera piedra.
Todos lanzarán piedras hasta que les toque el turno a ellos o ellas recibirlas.
El único límite civilizado posible para que los políticos no terminen lapidándose los unos a los otros es el estado de derecho y que la política se practique dentro de las reglas de un régimen político democrático.