La llegada de Bachelet modificó el escenario político y comunicacional mucho más de lo que era previsible. Bachelet ha definido la pauta política de los medios y de las redes sociales, ha marcado el ritmo de los candidatos presidenciales de la oposición y de la derecha que en el fondo responden cotidianamente a lo dicho o no dicho por la ex Presidenta casi sin establecer una agenda propia y ha condicionado, también, el mensaje del gobierno y del propio Presidente que diariamente se refieren a ella criticándola con vehemencia pero confiriéndole una centralidad política por sobre todo el resto de los actores políticos.
Esto ocurre en un escenario donde el gobierno y el propio Piñera aumentan su rechazo y, con bonos y otros anuncios, no sube el 38% que le asigna ADIMARK.
Hay ya aprobada por la Cámara de diputados una Acusación Constitucional contra el Ministro Beyer, con solo un 28% de aprobación en las encuestas, que expresa la insatisfacción de los estudiantes y el país con una gestión que se ha negado a concurrir a la Comisión Investigadora de la Cámara sobre lucro en las Universidades y que ha excluido de la Agenda a los estudiantes convencido que la capacidad movilizadora del movimiento se había agotado.
La aprobación en el Senado de la acusación contra Beyer implicará un fuerte cuestionamiento al modelo educacional heredado de la dictadura y a la gestión del gobierno Piñera en este tema.
De otra parte, la derecha ve con preocupación que sus candidaturas presidenciales no avanzan y que en particular Golborne tiene una escasa capacidad para generar hechos políticos sumergido, como está, en la política más conservadora de la UDI, prologando a Jovino Novoa, símbolo de la dictadura y de la defensa de su herencia, y con la pesada mochila de ser el candidato de un partido que ha impedido los cambios al modelo económico y político por 23 años.
Es en este contexto que llega Bachelet y se ha notado. Ha logrado en pocos días unir al PPD y al PS que conjuntamente la han proclamado en un emotivo acto y que se han comprometido con su mensaje estratégico de crear una nueva mayoría social y política en el país, que yendo más allá de la Concertación sea capaz de sustentar, desde la sociedad y desde el parlamento, la profundidad de los cambios que el país requiere.
Ha generado un Comando con nuevos rostros de profesionales militantes de los partidos e independientes y ha comenzado a establecer sus ideas programáticas que le confieren identidad y diferenciación a su candidatura.
Clara del rol que la educación juega en las políticas de igualdad y de que hay una deuda con los estudiantes y con la sociedad y que lograda una amplísima cobertura en todos los niveles y en especial en Educación Superior, que fue un objetivo perseguido por los gobiernos de la Concertación, se requiere pasar a otros niveles de exigencia, Bachelet ha planteado asegurar una educación pública integradora y de calidad, fin al lucro, especialmente con los recursos del Estado que hoy reciben universidades privadas y sostenedores de la educación particular subvencionada y avanzar hacia una gratuidad universal en la educación.
Hay que decir que en la idea de la gratuidad, Bachelet en su discurso de proclamación del Teatro Caupolicán, abre el espiral de la gratuidad universal hacia lo planteado por el movimiento estudiantil. En la propuesta de los dirigentes estudiantiles hay un aspecto filosófico y aspiracional que va mucho más allá del debate sobre los recursos que el Estado pueda disponer para la gratuidad a través de una amplia reforma tributaria.
Más allá del aspecto técnico del tema puesto que entra en otra esfera, en la idea de una sociedad que concibe la educación como un derecho para todos y una educación que integra, justamente en la gratuidad universal por sobre los recursos de la cuna, a diversos grupos sociales.
Lo que exige este Movimiento estudiantil, que en los días pasados reunieron cerca de doscientos cincuenta mil jóvenes en las calles de todo Chile, es el cambio del modelo educacional de mercado impuesto por la dictadura y ello, por cierto, no solo es un tema de recursos y de cálculos, sino un tema filosófico que yo creo Bachelet ha incorporado en su intervención del Caupolicán.
Por cierto hay diversos modelos de educación donde el mercado no es el eje del sistema.
En algunos países, que no vivieron la revolución neoliberal con la profundidad que esta se ha dado en Chile, se ha privilegiado la existencia de Universidades públicas, financiadas integralmente por el Estado, con amplia matrícula, completamente gratuitas y que cubren la demanda de la mayor parte de los alumnos.
En esos mismos países y en otros con modelos distintos, existen Universidades privadas que no reciben aportes del estado, que se financian con las matrículas de quienes quieren estar en un plantel más exclusivo o ligado a una corriente de pensamiento o de religión y pueden pagar sus estudios, que cancelan regularmente impuestos al fisco y que tienen y distribuyen utilidades.
Lo que no puede ocurrir y si ocurre extendidamente en Chile, es que pese a que la ley lo prohíbe, muchas universidades privadas reciben recursos del estado, no pagan impuestos y lucran y, en cambio, el Estado no garantiza a las Universidades públicas los recursos suficientes para su desenvolvimiento y ellas, en el fondo, están obligadas a actuar en el mercado, incluso con límites que las privadas no tienen, para conseguir la mayor parte de su financiamiento.
Por tanto, que nadie se engañe, la gran reforma educacional es una reforma del modelo y necesita de una amplia reflexión de la sociedad sobre el tipo de educación que un país más igualitario, solidario y moderno requiere y , a partir, de allí, establecer las bases de un sistema de educación que asegure oportunidades a todos, calidad e integración.
Por ello, es evidente que la propuesta que Bachelet ha formulado es la expresión de su firme voluntad política de avanzar en ella como un componente esencial de las transformaciones que el progresismo le propone al país y debe concretarse, durante la campaña y después, en un diálogo que comprenda a todos los actores y a la sociedad en su conjunto.
Bachelet ha avanzado situando como eje su reforma tributaria de verdad para financiar los cambios en educación y las políticas sociales, pero , a la vez, ha insistido en las reformas laborales dado que todo ello es parte de una política destinada a reducir la brecha de la pésima distribución del ingreso existente en Chile.
Junto a ello, Bachelet ha sido clara en lo político: nueva Constitución, fin al binominal, mejoramiento de la calidad de la política, nuevas normas que garanticen la participación ciudadana. En lo valórico, matrimonio igualitario, aborto terapéutico y derechos reproductivos de la mujer.
Lo principal es que Bachelet comienza a recorrer el país, estará en todas las comunas de Chile, apoyando a los candidatos a diputados y senadores para ganar una mayoría parlamentaria que viabilice los cambios, impulsando el diálogo para construir con la ciudadanía su programa, aglutinando voluntades para ganar las primarias de la oposición y movilizar a ellas a una enorme cantidad deciudadanos.
Es sólo el inicio de una larga marcha. Habrá que seguir escuchando a una sociedad voluble, que vitrinea electoralmente, y que en un alto porcentaje es indiferente a la política y a los políticos, a la sociedad que se abstiene.
Todo ello hace que las elecciones de noviembre sean inciertas en su resultado y que haya que trabajar duro para asegurar una victoria de Bachelet, ojalá, ya en la primera vuelta.