Se conoce como “Compromiso histórico” la línea política del Partido Comunista italiano de los 70 en torno a lograr un acuerdo entre el PC y el PDC italiano, principalmente,que implicaba la colaboración en un programa de gobierno y la gestión respectiva de gobernabilidad. Este proceso no se pudo profundizar por el secuestro y posterior asesinato de uno de sus impulsores, Aldo Moro, a la fecha uno de los principales líderes de la DC italiana.
Los autores materiales de dicho asesinato pertenecían a un grupo de extrema izquierda denominados las Brigadas Rojas. En cuanto a los autores intelectuales de la ejecución de Aldo Moro se ha especulado mucho sobre ellos y tal vez nunca los conoceremos.
A diferencia de la Italia de los 70, en el Chile actual se utiliza el “asesinato de imagen”, con todo el poder de ciertos medios de comunicación masivo, caricaturizando y desfigurando cualquier propuesta política que signifique romper con el modelo económico actualmente vigente.
Las “brigadas rojas modernas” ejercen su función a través de las redes sociales con un discurso “ultrón” criticando cualquier acuerdo que de viabilidad política a un programa transformador y, los poderosos – presentes en la oligarquía criolla – tratarán de evitar cualquier compromiso político que afecte a sus intereses.
De hecho, en las próximas semanas el PDC debe pronunciarse sobre la política de alianza y la formación de una coalición de un próximo gobierno bajo una candidatura unitaria de la oposición, sobre un acuerdo electoral parlamentario y sobre los ejes de un programa de gobierno.
En su último voto político, aprobado en la Junta Nacional del PDC de junio del 2012, se definió una tesis política, la cual señala que “somos decididos partidarios de una alianza de centro-izquierda que se constituya en el germen de una nueva mayoría social y política, en la perspectiva de alcanzar el gobierno en 2014”.
Ahora,la DC tiene que definir y explicitar una política de alianza de una nueva coalición de gobierno, incluyendo una postura frente al PCCh. Lo extraño es que justo en este proceso se pone en el primer plano de la opinión pública las decisiones y opciones políticas de ambos partidos de hace 25, 30 o 40 años atrás.
Qué duda cabe que la DC en esa época rechazaba la política de rebelión popular de masas de PCCh -que planteaba todas las formas de lucha contra la dictadura – su posición detrás del atentado a Pinochet y la internación de armas en Carrizal Bajo, estrategia que le costó, al final de los ochenta, el aislamiento político de los comunistas de la época frente a una Concertación que surgía como un amplio acuerdo político.
También debemos reconocer que el PCCh desde 1935 (época de los acuerdos de Frentes Populares) a la fecha, ha sido un partido político que ha formado parte y ha estado en todos los procesos republicanos respectivos, con la sola excepción del periodo 1980-1988 que adoptó la ya conocida política de rebelión popular de masas. Es justo reconocer que fue uno de los partidos más golpeados por los agentes de seguridad de la dictadura militar y que dicha represión fue determinante en su posición política.
Pretender solucionar “querellas históricas” a partir de la suscripción de un acuerdo político entre el PDC y el PCCh no es la vía correcta para buscar una convergencia entre ambas fuerzas políticas.
El punto central en la actualidad es saber si los comunistas y los demócratas cristianos somos capaces de construir, con otras fuerzas, una nueva mayoría social y política que defina el 30 de junio a un/a candidato/a unitaria de oposición, un mayoritario acuerdo parlamentario y, por sobre todo, un programa de gobierno que impulse y desarrolle las transformaciones políticas, sociales y económicas que este país necesita.
De ser posible, debemos construir un compromiso histórico de gobernabilidad y transformaciones sociales de cuatro años, no solamente reconociendo y aceptando las profundas diferencias que tenemos, sino que buscando los mecanismos y las alternativas para enfrentar y superar dichas diferencias y los correspondientes conflictos que puedan surgir.
Entre los componentes de dicho acuerdo tiene que haber un marco sólido sobre el tema de los derechos humanos, no referido a la visión histórica ni a la visión internacional del mundo actual, donde las diferencias son abismantes, sino más bien sobre definiciones estratégicas y políticas públicas sobre derechos humanos que se implementarán en el próximo gobierno.
Pero también están los demás ejes programáticos como recursos naturales, previsional, laboral, salud, educación, nueva constitución, energéticos, entre otras materias. Finalmente están los componentes de gobernabilidad entre todos los actores políticos que sean parte de un próximo gobierno. Esta metodología no es novedosa, ya se utilizó entre la DC y el PS Almeyda a fines de los 80.
Por lo anterior, se deben buscar los puntos de convergencia y dar la señal política entorno a un compromiso histórico que, por sobre todo, tenga presente a los sectores más vulnerables y sectores medios de la sociedad chilena. Aldo Moro lo llamaba gobierno de “Solidaridad Nacional”.
Sin duda los poderosos oligarcas de este país lucharán contra este compromiso histórico, pero, como sabiamente señalaba mi abuela materna,“nadie dijo que la vida era fácil”.