La independencia de 1818 decapitó el gobierno político imperial pero mantuvo la administración interior del Estado Colonial. Esa herencia nos sigue pesando hoy en día, transformándonos en una mala excepción a la regla: Chile es el país más centralizado de América Latina y por lejos el más centralizado de los 34 países miembros de la OCDE.
El mundo tiende a la descentralización y en cambio Chile sigue estancado en solo un 15 % del gasto público a nivel local-regional, versus el 30 % en América Latina y el 50 % en los países avanzados (Australia, Estados Unidos o Suiza).
En Chile, seguimos estancados con una Concertación y una Alianza concentradora y paternalista. Somos el alumno porfiado de toda América y en el club de la OCDE, que no quiere desconcentrar el poder e insiste con un modelo del cual todos quieren alejarse.
Incluso los países unitarios no muestran rasgos de tanto centralismo como el régimen chileno. La mayoría (76 %) de los países de la OCDE tiene sistemas unitarios como Chile y sin embargo todos ellos cuentan con elección directa de jefes de gobiernos regionales, provinciales o su equivalente a lo que en Chile sería la figura del Intendente Regional.
Es decir, mientras en Chile en la región de Arica y Parinacota asume un Intendente designado y que debe su confianza al Presidente de la República, en Colombia en el departamento de Bolívar (donde se encuentra la hermosa Cartagena) eligen democráticamente un gobernador que encabeza el ejecutivo departamental y cuenta con presupuesto propio. Así un gobernador de cualquier departamento en Colombia tiene mayor autonomía política, administrativa y presupuestaria que la figura del Intendente Regional en Chile. Lo mismo ocurre en Perú, Argentina, Brasil y en todos los países de desarrollo medio-alto del mundo.
A su vez, la designación de Intendentes no es la única anomalía del modelo concentrador chileno, amparado de izquierda a derecha. A diferencia de Chile, en toda América Latina y en los países de la OCDE la función del Jefe de Gobierno regional, es distinto al rol del representante del Presidente. Hoy en Chile el Intendente cumple funciones ejecutivas como cabeza del GORE y además es representante del Presidente de la República.
Aquello es una herencia colonial que ni las monarquías constitucionales mantienen: ninguna representación del jefe de Estado y Gobierno cuenta con poderes ejecutivos en las regiones. Chile es nuevamente la excepción, único lugar donde el delegado presidencial las hace de jefe del Gobierno Regional y maneja la caja regional.
Es por esa razón que cuando los embalses no ven la luz en el presupuesto del gobierno nacional, ningún Intendente se atreve a golpear la mesa, ya que depende de la confianza exclusiva del Presidente. Basta con mirar a nuestro vecino Perú para darnos cuenta que la reforma realizada por dicho país en el 2002 y que hizo posible la elección democrática de Intendentes (Presidentes regionales allá), les ha generado una mayor descentralización y desarrollo regional, como en Tacna.
Mientras las regiones seguimos esperando, Santiago se transforma en el territorio en América Latina que concentra proporcionalmente mayor cantidad de la población nacional en una sola ciudad.
Ese es el Chile concentrador y paternalista que nos heredó Diego Portales y que la Concertación y la Alianza pretenden mantener. Lo que antes fue una virtud para la construcción unitaria del Estado, hoy es una mochila pesada de la cual deshacerse.