Se dio inicio a la carrera presidencial con la llegada al país de la candidata natural de la oposición.La candidata que estaba en los cielos llegó en Semana Santa, con palmas, vítores y cantos de hossana por parte de sus fieles. Y su aterrizaje marca el fin de los silencios y extingue el tiempo de las indefiniciones.
Su arribo desde el Olimpo de Nueva York marca el fin de dos cosas: primero, de las candidaturas de otros postulantes de la Concertación: después de ayer, y pese a sus deseos, hoy Orrego, Gómez y Velasco son más candidatos a ministros de un eventual gobierno de su verdadera líder que candidatos presidenciales, porque por más que ella valide las primarias, ellas se acabaron ayer.
En segundo término, su arribo a la tierra marca el fin de la renovación de la oposición. Porque ¿qué renovación se podría esperar de quien ya estuvo en La Moneda y demostró su falta de capacidad de gobernar sin los partidos que hoy integran la oposición?
La candidata opositora no es una promesa de cambios. No los hizo desde la Primera Magistratura, menos podría pretenderse que hoy los haga.La experiencia nos demuestra aquello: cuando ella fue electa 2006, lo hizo sobre la base de la promesa de un “gobierno ciudadano”, alejado de los partidos.
Sin embargo, a poco andar, tal idea naufragó junto con el liderazgo basado en la figura de ser la primera mujer presidenta, y ahí fue que se tomaron el poder los factótum de los partidos: los Pérez Yoma, los Zaldívar, los Escalona y los demás. Y con éxito. Bueno, éxito relativo, por más que intervinieron, no pudieron evitar que Frei fuera derrotado por Piñera en las urnas.
Por eso no debe olvidarse esto. Porque si Ud. extrañó anoche a Andrade, a Escalona, a Girardi, a PérezYoma, a Bitar, a Yasna Provoste y todo el “dreamteam” de la concertación, ni vio a Alejandro Navarro, a Tellier o a Hugo Gutiérrez, sus nuevos aliados, no fue porque hayan extraviado su invitación al evento. Es porque, a veces, es más conveniente ocultar a algunos para que aquellos no asusten tanto.Lo cierto es que, en cualquier gobierno de Bachelet, ellos serán los que manden.Eso nos demuestra la experiencia.
¿Y a qué viene? Bueno, a ser presidenta. Pero ¿para qué? ¿con qué ideas? Bueno, ella dice que recorrerá el país para armar su programa.Curioso, alguien que, como dice Andrade, ha sido algo así como la presidenta del Mundo y ya ocupó la silla de O´Higgins debería tener las respuestas para todas estas inquietudes. De que conoce el diagnóstico, lo conoce. Pero no deja de sorprender que aún no tenga idea de cómo solucionarlo. O lo que es peor, que no nos quiera decir qué es lo que realmente piensa.
Porque, la verdad sea dicha, esto de “recorrer el país” parece más bien una estrategia de los magos de las comunicaciones –imposible no concederles ese mérito a sus asesores- para no exponerla. Porque la calle es un lugar peligroso.
Un ejemplo de ello es el hecho narrado en el aeropuerto -si bien hay discusión respecto de la veracidad del mismo- donde un ex dirigente de la ACES la habría increpado por su gestión, a lo que ella, según el ex dirigente,le habría respondido “tú no tienes idea de lo que estás hablando”.
Hechos como éste denotan el mayor de los temores del bacheletismo: ver expuesta a su candidata a su terrenal reflejo.
Volver a la Tierra, después de haber estado en el Cielo, debe ser un tanto desgastante. Y lo peor, es un tanto arriesgado. La Tierra, el terreno, la calle, es el lugar donde sus opositores desde la izquierda le van a demandar Asamblea Constituyente, el fin del modelo de libre mercado, educación gratuita y todo el catálogo que Camila y sus amigos desarrollaron el 2011 y que, al parecer, la candidata no parece interesada en desarrollar.
Donde Marco EnriquezOminami -Marquitos como le decía Escalona- le va a espetar todas y cada una de sus fallas. Donde Marcel Claude y Tomás Jocelyn-Holt le dispararán sin contemplación. Y donde, ciertamente, la maciza obra del Gobierno le permitirá apreciar que Chile es hoy un lugar mejor que el que ella dejó hace tres años. La verdad, no la envidio.
Ella,intentando evitar aquello,tratará de mantener sus silencios programados.Porque si bien formalmente cumplió su promesa de “hablar en marzo”, en los hechos dicha promesa está incumplida. Una especie de “letra chica”. Porque la candidata no acepta preguntas. No acepta dialogar. No habrá debates ni conversaciones con la ciudadanía ni mucho menos con sus contradictores. Va a hacer como que dialoga, pero no va a dialogar. Todo esto será superado por la empatía y el cariño que el pueblo, esa entelequia difícil de definir, le tiene. Este cuento ya lo conocemos los chilenos.
Pero todo tiene su límite. La gente no debiera olvidar que la candidata que hoy encandila a sus fieles y promete más igualdad fue la presidenta en cuyo mandato el índice GINI nos dejó en 8° lugar de abajo para arriba.
La ex presidenta que hoy promete acabar con los abusos es la que ejecutó Transantiago y arruinó una parte de la vida de los chilenos. La que promete más inclusión es la misma que le mintió a los estudiantes el 2006 prometiendo soluciones que no existieron. La que permitió, sin más, que el desempleo y la delincuencia aumentaran en su gobierno. La que tuvo las tasas de crecimiento más bajas de la historia posdictatorial.Para qué decir su triste desempeño en el maremoto, donde el lumpen pampeó únicamente por su indefinición.
En fin, muchos dicen que no deberían hacerse columnas sobre ella, pero soy un convencido que la mejor forma de vencer en las urnas a la candidata opositora es sobre la base de las convicciones.
Ahora que ella ha caído a la tierra, ahora que perdió los superpoderes que le otorgaba la distancia, la probabilidad de cometer errores aumenta, y la de sus contendores de aprovecharlos. Es la calle, precisamente, donde se le puede ganar.