Ante la polémica producida entre Ricardo Brodsky, director del Museo de la Memoria, y la periodista Faride Zerán, en torno al Documental “El Diario de Agustín”, nos interesa revisar este hecho a la luz de la participación civil, específicamente empresarial, tanto en el Golpe de Estado de 1973, como en la posterior dictadura que asoló nuestro país hasta 1990.
¿Qué rol jugaron algunos empresarios en la configuración del golpe? Esta pregunta ya ha sido trabajada y documentada en varias investigaciones, tanto nacionales como extranjeras, que dan cuenta del vínculo entre el poder empresarial y el poder militar. En estas, destaca un nombre entre los varios empresarios que ayudaron tanto en la debacle económica de la U.P. como en el Golpe de aquel ‘11’: Agustín Edwards.
El entonces director del poderoso periódico nacional El Mercurio, no escatimó en gastos ni en contactos para impedir el normal avance del proceso abierto en 1970. Edwards fue uno más de los empresarios que vieron en el gobierno de la Unidad Popular, una amenaza, principalmente económica, que había que combatir por todos los medios posibles.
Como se señala en la rigurosa y detallada investigación de Mónica González, cuya publicación lleva por título “La Conjura. Los mil y un días del golpe”, ya en 1968, nace la Cofradía Náutica del Pacífico Austral, por iniciativa del entonces retirado oficial de la Armada Hernán Cubillos Sallato y el ya mencionado Agustín Edwards.En sus salones comenzaban las primeras tentativas que buscaban acercar el mundo empresarial con parte del mundo militar.
A dicha cofradía se unirían con posterioridad, entre otros, José Toribio Merino, Patricio Carvajal, Roberto Kelly (otro ex oficial). Todos ellos, parte importante de los “Históricos” del Golpe, quienes junto a Sergio Arellano Stark, serían los que comenzarían a delinear la caída del proyecto socialista chileno.
El propio Cubillos señala que, “de ese club fue naciendo una relación que nos permitió ir pasando información a las Fuerzas Armadas e ir recibiendo nosotros sus inquietudes. Más que nada yo me dediqué a conversar con la Marina. El que tenía muchos contactos con el Ejército y la Fuerza Aérea era el entonces director de El Mercurio, René Silva Espejo. Él jugó un papel importante en la coordinación del Golpe”.
De estas primeras tentativas, se pasó ya en 1971, a una avanzada empresarial en contra de la Unidad Popular. En septiembre de ese año se organizó, por parte de los empresarios, una reunión con fachada de ‘seminario’ en el Hotel O´Higgins, articulado todo por Orlando Sáenz, presidente de la SOFOFA, vinculado a Patria y Libertad. De las conclusiones ahí tomadas, estarán la conformación de una estructura de guerra; el allegar recursos económicos tanto nacionales como internacionales para acción propagandística; y la confección de un programa alternativo de gobierno, todo esto comunicado sistemáticamente a las Fuerzas Armadas.
Otro de los organismos creados para combatir el gobierno presidido por Salvador Allende, será el conocido como Frente Invisible, grupo de empresarios que colaboraban activamente con el complot en contra de la UP. Entre sus miembros estaban, entre otros, Enrique Campos Menéndez, Álvaro Puga, Benjamín Matte (presidente de la Sociedad Nacional de Agricultura). También participaba, el gerente general de LADECO Juan Costabal.
Toda la maquinaria complejamente articulada, ya que mientras los empresarios aquí citados (y otros más) desataban la ‘guerra -término que ellos mismos utilizaban- el Diario de Agustín, generaba desconcierto entre sus lectores, montando y maquinando la información que aparecía en sus páginas.
Tras el golpe, vinieron las celebraciones empresariales y militares, y tras estas, la razzia empresario-militar, que, sobre todo en regiones, dejó a decenas de personas asesinadas y desaparecidas, algunas de ellos, solo por ver con esperanza cómo el campo era repartido entre los que menos tenían. Rancagua, Linares, Temuco, Valdivia, son sólo algunas de las ciudades en las cuales, el poder latifundista local, se articuló al reciente terror militar, para aniquilar la disidencia política, real o ficticia, de aquellas zonas.
Hoy, de manera vergonzosa, vemos como la censura, tal y como ayer operara, sigue articulando su mano invisible para bloquear aspectos importantes de nuestra historia reciente.
Ahora es el turno de El Diario de Agustín, como antes lo fue del documental, Mi vida con Carlos. Obras que son silenciadas en la televisión abierta, por quienes ayer fueron actores importantes del golpe y los posteriores años de la dictadura, los mismos que hoy deambulan tranquilos por los pasillos de La Moneda. Pareciera ser que en Chile, 40 años no son suficientes.
Nota del autor :“El Golpe después del golpe. Leigh vs. Pinochet: Chile 1960-1980”. Verónica Valdivia. LOM, Chile 2003;“La Conjura. Los mil y un días del golpe”. Mónica González. Catalonia-UDP, Chile 2012;“La misión era matar”. Jorge Escalante. LOM, Chile 2000.