Mucho se lee sobre el lugar que ocupa Bachelet en el imaginario político chileno. La lectura que más se repite es que sería “La Madre” de Chile, lectura tremendamente equivocada.
La asociación inmediata entre mujer/madre, sólo responde a la costumbre social y patriarcal de asociar a la mujer a su capacidad procreativa.Se asocia en la mujer a todas esas características de “maternaje” que nos encanta fantasear.
A estas alturas, sabemos que no existe una esencialidad maternal en lo femenino, que no por ser mujer se es madre. Si aceptáramos la hipótesis de que Michelle Bachelet representa la madre, aceptaríamos, entre otras cosas que se posiciona en el imaginario en un lugar jerárquico respecto a todos, que los chilenos se sienten hijos desamparados, que ella vendría a nutrirnos de nuestras carencias afectivas, entre otras lecturas básicas y lineales. Además, para ello, Michelle debiese tener el deseo de ser madre de los chilenos: nada más lejos de lo que sucede con esta mujer.
A pesar de la decepción sufrida por muchos en su gobierno, ella sigue manteniendo altos índices de aprobación. Esto no es casual. Y no lo es por representar a una madre. Si fuera la madre, no se la perdonaría con tanta facilidad. (A la madre no le perdonamos nada) Ella es, simplemente, una igual.
Su primera candidatura fue levantada por la gente. Los partidos políticos, recordamos, no la querían. Sólo la sed de poder de estas cúpulas partidistas los hizo candidatearla, muy a pesar de sus gustos y de la DC (quien aspiraba a la presidencia).
Ella planteó desde sus inicios el deseo de hacer un gobierno ciudadano, donde nadie se repitiera el plato, igualitario, cercano a la gente. Y también asistimos a sus primeros esfuerzos por hacerlo.
También fuimos testigos de cómo la Concertación no pudo resistir esta manera de ejercer el liderazgo y le hizo la vida imposible. Fue boicoteada desde el Congreso y desde la cúpula de los partidos. Se le negó la sal y el agua. Se le exigió gobernar con los partidos. Y ella cedió.
Las personas, en este vaivén, se identificaron con el deseo de Bachelet de renovar la política y de desmarcarse de la manipulación de los partidos. Vieron su propio deseo representado en esta mujer.
Y, esas mismas personas vieron cómo le fue imposible lograr ese cometido. Por el momento, agregaría.
En esta segunda oportunidad, la vuelta de Bachelet se ve con excepticismo. Si antes no hizo nada, ¿por qué ahora podría?Porque, sabemos, su situación es absolutamente diferente. Ella está en una posición de poder de la que carecía en su gobierno anterior. Tiene el escenario ideal para zanjar sus condiciones de gobernabilidad previa a las elecciones. Puede ejercer su liderazgo en plenitud.
Michelle Bachelet tiene la preciosa oportunidad de entender que lo que ella pensó en un momento, es lo que millones de personas sueñan; que es posible hacer cambios estructurales; que tendrá un masivo apoyo popular si lo plantea de esa manera. Si los políticos le vuelven a hacer la vida imposible, sólo será un costo para los políticos.
Los chilenos no desean padres ni madres que los gobiernen. Los chilenos crecieron y desean un nuevo pacto social. Chile y sus jóvenes claman por un lugar de reconocimiento, participativo e igualitario. Menos representación y más participación.
Claman un país que renueve sus concepciones de bien común y sus derechos fundamentales reflejados en una nueva Constitución que contenga esta diversidad, este acuerdo, en toda su madurez como sociedad democrática.
Ya una primera vez nuestro deseo fue coincidente con el deseo de Michelle. Y fue reprimido. Veamos si, esta segunda vez, el deseo de Bachelet se vuelve a condecir con el nuestro ( que la dejen tranquila los partidos) y logramos, en conjunto, conducirlo a su realización.