El anuncio que con extrema sobriedad realizó Michelle Bachelet de su vuelta a Chile ha provocado gran impacto en el país y el peso mayoritario que ella exhibe en las encuestas y en los sentimientos de la opinión pública hace que efectivamente la campaña presidencial, con su antesala de las primarias, comience cuando ella llegue a Chile a fines del mes de marzo.
Es decir las propias primarias de ambas coaliciones, adquieren realidad y sustancia solo con la llegada de Bachelet al país y con la aceptación de su candidatura presidencial. Allí comenzará, esperamos, el debate de ideas, de programas, el diálogo con los electores, que es la esencia de un proceso de primarias destinado a ampliar la participación democrática de la ciudadanía.
Todo ello revela el peso y la centralidad de Michelle Bachelet en la política chilena. Ella juega un rol histórico y único, incluso más allá del bloque opositor, de ser un referente de credibilidad y confianza, una reserva moral, para la gente en un momento de crisis de la política y de desafección por las instituciones representativas expresadas, entre otras, en la altísima abstención en las recientes elecciones municipales.
A través de ella el país, los electores que votaron y también una parte de los millones que se abstuvieron, quieren darle una nueva oportunidad a la política para que ésta se renueve, cambie sus códigos , liderazgos, supere sus formas elitistas, palaciegas, empresariales de gobernar y abra, efectivamente, canales de participación para una ciudadanía que quiere cambios y que quiere ser protagonista, estar dentro de ellos.
Muchos recuerdan que Bachelet impulsó, en los primeros años de su mandato, la idea de un gobierno ciudadano y nombró rostros nuevos, hombres y mujeres que no habían participado como actores en la transición.
Esta experiencia , que se adelantaba a los hechos, se encontró, digámoslo, con una fuerte resistencia de los partidos y terminó por ser ahogada por los acontecimientos políticos, las encuestas, las razones de poder, la crisis financiera internacional, pero , también, por la ausencia de una ciudadanía comunicada entre ella y empoderada en sus derechos que ejerciera presión a quienes impedían los cambios, estuvieran donde estuvieran.
Hoy, solo tres años después, Bachelet vuelve a un país distinto, pero tal vez más propicio para los cambios de temas, estilos, liderazgos y objetivos de integración social que ella propició.
Hay una ciudadanía que apoya transformaciones estructurales, que quiere cambiar los modelos establecidos por la dictadura en educación, salud, previsión, medio ambiente, que ha construido una subjetividad más liberal en relación a los llamados temas inmateriales, en particular contra las discriminaciones de género, raza, diversidad sexual, que se pronuncia por una nueva Constitución y que quiere enfrentar la pésima distribución del ingreso en un país donde el crecimiento económico acrecienta su nivel de concentración en un puñado de grandes empresarios y negocios.
Porque ganar la selecciones presidenciales, gobernar con solidez para avanzar en estos objetivos en pocos años requiere de una amplia mayoría social y política, es que Bachelet, a su regreso a Chile, deberá convocar no solo a los partidos de la oposición sino al país entero, a cada chileno que reclama por los cambios que no se han producido, a los jóvenes que han sido inscritos automáticamente pero que no votan porque desconfían del sistema, al país progresista en su conjunto, a las nuevas comunidades y a los miles de chilenos que se vinculan interactivamente, como receptores y trasmisores, en las redes sociales y en todo el espectro de la comunicación digital, y construir con ellos, en la escucha, en el diálogo, una plataforma de gobierno transformadora.
Nada está ganado de antemano y no debe haber ni una pizca de triunfalismo o de arrogancia.
Nos enfrentamos a una derecha en el gobierno que, como lo anuncia hoy el Ministro Chadwick, no será neutral y utilizará todo el aparato del Estado. Es una derecha que pese a la debilidad de sus candidatos en las encuestas, tiene más votos y un considerable apoyo de los medios de comunicación fuertemente concentrados y del aparato económico y financiero del país.
Lo primero será recorrer el país y dialogar con todos, enfrentar con éxito las primarias que han adquirido un alto nivel de legitimidad social logrando que en ellas participen centenares de miles de chilenos, unir a todos los progresistas en torno al liderazgo elegido por la primaria y articular un Programa que represente los anhelos de la sociedad de hoy.
Bachelet es, también aquí y ahora, la mujer justa, en el momento justo y en el puesto justo, parodiando a lo dicho por Ban Kimoon en torno al brillante rol cumplido por ella como Directora Ejecutiva de ONU mujeres.