Durante 23 años la institucionalidad política se ha esmerado en decirnos a los ciudadanos que nuestra economía está ordenada, que crecimos, que somos un ejemplo en América Latina y el mundo, se han destacado el crecimiento económico, los avances en la lucha contra la pobreza y por sobre todo la estabilidad económica.
Nadie señala que, el hombre de por sí, avanza en la lucha por el desarrollo y que el crecimiento tienen un componente derivado de los avances científicos y tecnológicos no despreciable (el que no pueden atribuirse como logro los economistas ni los políticos) y que por tanto, de los “números logrados” hay que descontar lo que se habría logrado de todas maneras sin la participación de los responsables del modelo económico.
Que la economía es ordenada y “estable”, que el producto ha crecido, que no hay inflación, que hay superávit fiscal, es evidente, nadie puede negarlo; sin embargo, las preguntas de fondo son, cual ha sido el costo (económico, social de depredación del medio ambiente y de agotamiento de los recursos naturales) de estos “logros” y de qué manera estos “logros”han mejorado la calidad de vida de las mayorías nacionales.
Cuando la gente reclama que el tan mentado progreso no le llega se le responde que se hace lo que se puede, que las mayorías necesarias para aprobar tal o cual ley no se consiguen, que la política se ejecuta “en la medida de lo posible”, y que los cambios son para avanzar un poco.En definitiva se ha intentado legitimar la idea de que los gobiernos de la concertación y ahora de la derecha han “hecho todo lo posible”.
La verdad es que después de 23 años de iniciada la transición a la democracia, los derechos humanos básicos que tienen que ver con la libertad política en general se respetan; hoy no se detiene gente en la calle; no hay nuevos detenidos desaparecidos; no hay allanamientos masivos en poblaciones.
Hoy sin embargo, se sigue aplicando la ley de seguridad interior del Estado y la ley antiterrorista al arbitrio del gobierno de turno, se reprime con ferocidad a los manifestantes en las calles, se criminaliza la lucha del pueblo mapuche, se intenta desacreditar las luchas medioambientalistas.
En el plano económico en los últimos 23 años se perfeccionó la privatización de los principales recursos naturales y actividades económicas lucrativas, se mantuvo el estado en su más mínima expresión, se aceleró la tasa de extracción de recursos naturales no renovables y se depredó como nunca el medio ambiente.
La distribución de la riqueza creciente se hizo cada vez más regresiva, la participación de los trabajadores por cuenta propia, micro y pequeños empresarios en el PIB bajó a niveles mínimos, la prepotencia y abusos de los grandes empresarios con los consumidores y pymes proveedoras ha llegado a extremos insoportables, las empresas de los sectores financiero, minería, energía, telecomunicaciones, salud, retail tienen tasas de rentabilidad francamente obscenas y la autoridad, sigue mirando para el techo.
Todos hablan de la necesidad de mayor equidad, de crecer con igualdad, de acabar con las odiosas inequidades, pero, hasta ahora, ningún liderazgo político con posibilidades de gobernar ha realizado un planteamiento concreto de cómo lograrlo.
El plantearse objetivos “en la medida de lo posible” y trabajar por conseguir más de lo mismo ha topado techo, la gente no quiere más de lo mismo, la gente ha tomado conciencia de que la historia no terminó con la caída de los socialismos de Europa del Este, que el capitalismo no es la única opción, que la economía “social de mercado” tienen de todo menos de social, que la economía neoliberal no garantizó la estabilidad y desarrollo armónico prometido.
La gente ha empezado a entender que otro mundo es posible, que no debe renunciar a las utopías por un pragmatismo que la condena a la injusticia permanente, que debe organizarse, salir a la calle, empoderarse y exigir sus derechos
Ningún gobierno que pretenda actuar al margen de la voluntad popular y “en nombre” de la gente en vez de “con y desde la gente” tendrá éxito.
Los sectores progresistas deben escuchar con atención las demandas populares y deben unirse, más que por un liderazgo (por mucho arraigo popular que tenga) en torno a un programa que recoja las principales demandas de reformas políticas democratizadoras, redistribución del ingreso, control y disminución de la concentración económica, reformas laborales, política económica inclusiva, educación y salud pública de calidad y gratuita.
La gente no aceptará más dilaciones, no más en la medida de lo posible, no más de lo mismo, el liderazgo político de la oposición deberá sustentarse en la gente, con la gente en la calle otro país es posible, sin la gente en la calle, sin un gobierno y una clase política sintonizada con la gente, solo tendremos más de lo mismo.