Las últimas semanas no han sido las mejores para el gobierno, ni para nuestro sistema de emergencias.Quince días bastaron para que distintas situaciones nos recordaran que luego del 27 F poco se ha avanzado en esta materia.
Lo realizado a la fecha dista de lo aceptable, especialmente a la luz de las expectativas generadas y en especial si consideramos que un terremoto 8.8 pareciera no haber sido suficiente energía para movilizar un cambio que resulta urgente.
Dos cortes de agua, un incendio en Brasil, la fragilidad de la red de monitoreo sismológico, y los estragos de las lluvias en San Pedro de Atacama por el invierno altiplánico nos han llevado una vez más a reflexionar sobre si estamos realmente preparados para enfrentar eventos adversos, independiente de su causa, origen o magnitud.
Un sistema cuyas estructuras responden operativamente en horas, como fue el caso de los dos cortes de agua, y no en minutos, a partir de establecer una aproximación integrada, colaborativa y coordinada entre los actores públicos y privados, nos muestra una vez más las carencias de liderazgo y gestión de emergencias de las entidades del Estado responsables de administrar las emergencias
A su lenta reacción debemos sumar una actitud observante de las instituciones de gobierno, olvidando que, si bien es cierto existe una concesión, ello no incluye externalizar las responsabilidades por asegurar lo que en gestión de emergencias se denomina como la “continuidad operacional”,por ejemplo de un servicio esencial como es el agua.
La aparente apuesta comunicacional y política de la actual administración gubernamental no ha dado resultado.
Al primer corte de agua, siguieron las culpas al ente privado, anuncios de fiscalización, incremento de coordinaciones y revisión de protocolos.Pero una nueva emergencia, de menor envergadura, mostró que poco y nada se había realizado.
A casi tres horas de ocurrida la rotura de una matriz en la comuna de Puente Alto, y como sacado de un libreto, las culpas y anuncios se repitieron. Sin embargo, algo tan simple como establecer mecanismos de comunicación e información en un país hiper conectado, o sólo monitorear las fuentes abiertas como televisión y radios, fueron medidas que brillaron por su ausencia.
El estreno del director de la ONEMI tampoco ha sido mejor. Con una puesta en escena que daba a entender que Ricardo Toro era el esperado sucesor titular luego que Vicente Núñez dejara el cargo el verano pasado, el Consejo de Alta Dirección Pública salió rápidamente al paso para aclarar que el General (r) del Ejército asumía en calidad de “transitorio y provisional”, pues dicho cargo sólo podía ocuparse de manera titular luego del debido concurso público.
Así quedó de manifiesto que la ONEMI en tres años ha tenido un director titular y dos subrogantes, o transitorios y provisionales, como podría decir la Alta Dirección Pública.Pero, este no sería el último desacierto gubernamental en materia política y comunicacional.
Un extenso comunicado, que aún permanece en el sitio web del Servicio Sismológico Nacional (SSN), generó la molestia de Ricardo Toro, quien esa tarde señaló a los medios de comunicación su sorpresa ante lo informado por los científicos universitarios sobre la vulnerabilidad de la red sismológica nacional.
Argumentó que la transferencia de recursos se encontraba firmada hace dos semanas y a la espera de la aprobación de la Contraloría. Esta molestia incluso involucró al mismo ministro del Interior Andrés Chadwick, quien emplazó al SSN para que se “retracte” de lo informado, respaldando así lo dicho por Toro.
Probablemente, en Palacio, más de alguna sorpresa y molestia generó, ya no hacia el exterior, sino que probablemente hacia los residentes de Beaucheff, donde se ubica la ONEMI. Supieron por la prensa que el documento en cuestión había ingresado a Contraloría recién el día después que la Universidad de Chile pusiera a la opinión pública en antecedentes de la fragilidad de la red sismológica, lo que muchos han calificado como una falta a la verdad por parte del recién asumido director(s) de ONEMI.
Claramente la última quincena de enero no fue una buena antesala del mes aniversario del terremoto.
Por el contrario, sigue mostrándonos que se ha optado por un camino complejo, el político y comunicacional, el cual simplemente ha provocado que nuestro sistema para la gestión de emergencias esté por cierto, con el agua hasta el cuello.