La abstención, es uno de los hechos políticos más relevantes del año anterior. Es de tal profundidad y magnitud el fenómeno que este año político y electoral amenaza nuevamente con aparecer y oscurecer nuestra democracia.
Antes de las municipales generaba incertidumbre.Después de las municipales genera sorpresa y preocupación. De hecho, desde todos los sectores se esperaba un aumento; sin embargo, todas las proyecciones quedaron cortas. Sin duda, el 60% de no participación electoral es muy alto en comparación a lo que ocurre en el mundo en general.
¿Qué explica la abstención en el Chile de hoy?
Para comprender el 60% de abstención electoral debemos comparar esos datos con el Chile de la transición y pre ’73; para luego, hacerlo con algunas experiencias a nivel mundial. En general, se observa que bajo cualquier comparación, la cifra que surge de la municipal de octubre es extremadamente alta.
La abstención de la transición. A medida que la sociedad se fue despolitizando y los ciudadanos distanciándose de la política como construcción colectiva la abstención aumentó. En efecto, en el plano presidencial y parlamentario entre el ’89 y el 2009 se pasó del 5,3% al 12,3% respectivamente; y a nivel municipal entre el ’92 y el 2008 del 10,2% al 14,3%. Sin duda, lo que ocurre en las últimas municipales es muy alto.
La abstención pre ’73. Si bien era una sociedad politizada los niveles de participación electoral son inferiores a lo que ocurre desde el plebiscito del ’88. En efecto, a nivel presidencial vemos que el promedio en ocho elecciones entre el ’32 y el ’70 fue del 20%. A nivel parlamentario el promedio de abstención en once elecciones entre 1932 y 1973 fue del 24%. A nivel municipal el promedio entre el ’63 y el ’71 es del 24%.
La abstención internacional. Los datos de distintas democracias muestran que en los países con voto voluntario tienen mayor nivel de abstención que en los países con voto obligatorio. En efecto, en democracias con voto voluntario como en Francia vemos que en las legislativas del 2012 la abstención promedio llegó al 43%. En Colombia, en la última presidencial -2010- llegó al 52% y a nivel regional –en el 2011- también superó el 50%. Guatemala en la presidencial del ’95 estuvo muy cerca del 70% de abstención. Estados Unidos y Suiza también muestran cifras que superan el umbral del 50%. España y Portugal que también tienen voto voluntario se han ido acercando a estas cifras.
En países con voto obligatorio se observan distintas realidades. Ecuador en las presidenciales del 2009 llegó al 13%; Bolivia el mismo año al 6%, Argentina en el 2011 al 21%, Paraguay en el 2008 al 45% y México el año anterior al 37%.
En definitiva, lo que ocurre en Chile en las últimas municipales es muy alto. Entonces, ¿qué explica el 60% de abstención que equivale a casi 8 millones de electores? Este dato da cuenta que no sólo no fueron a votar los nuevos inscritos; tampoco lo hizo 1.5 millones de los antiguos electores.
A mi entender, la explicación se encuentra en que la gente –los ciudadanos- no cree en la política, sus actores e instituciones y por tanto, se produce un proceso de distancia y congelamiento de las ilusiones y esperanzas por un mundo mejor y distinto. Surge, por tanto, una segunda pregunta ¿por qué ocurre lo anterior?; ¿por qué ocurre esa distancia?
La respuesta se encuentra en que la política ha perdido su capacidad de transformar el mundo y articular proyectos colectivos. La política ha sido derrotada por el mercado y los políticos por los empresarios; el Estado ha sido derrotado por la empresa y lo colectivo por el individualismo; la negociación por el lobby y lo “posible” por lo real; en definitiva, el ciudadano por el consumidor. La política ha perdido poder.
Entonces, ¿para qué ir a votar, si todo seguirá igual y todos son la misma cosa?; ¿para qué ir a votar, si van a gobernar los mismos?, ¿para qué ir a votar si el poder del capital y de la empresa es omnipotente?, ¿para qué ir a votar si el proyecto colectivo ya no se define en la política ni en los partidos?, ¿para qué ir a votar si el Estado es débil?
Antes de la inscripción automática y el voto voluntario los ciudadanos no tenían ninguna razón ni motivo para formar parte del proceso electoral: los no inscritos llegaban a más de 5 millones. Por tanto, la abstención en las municipales muestra que la motivación e interés por participar seguía siendo inexistente. La varita mágica de la inscripción automática y el voto voluntario no funcionó.
Al contrario, fortaleció la tendencia al desinterés y a la despolitización al generar las condiciones para que 1.5 millones de los obligados a votar anteriormente, no lo hicieran en este nuevo escenario electoral. La distancia entre el ciudadano y la política ya estaba instalada.
Para el 2013 no se vislumbra la posibilidad de revertir la situación. No hay ninguna razón para concurrir a las urnas.
No obstante, es probable que la abstención del 60% disminuya algunos puntos debido a la depuración del padrón electoral y a que se trata de elecciones nacionales. Sin embargo, los factores estructurales que distancian al ciudadano de la política seguirán presentes en nuestra sociedad. La incertidumbre del voto voluntario sigue instalada.