El día 30 de junio, la Alianza por Chile y el pacto conformado por la Concertación de Partidos por la Democracia, el Partido Comunista (PC) y la Izquierda Ciudadana (IC), realizarán primarias para elegir su abanderado presidencial, y al menos una parte de sus candidatos al parlamento.
El desarrollo de estas primarias, que ciertamente concentrarán la atención pública y legitimarán con fuerza a los candidatos que resulten electos ante la ciudadanía, presenta un importante desafío para todos aquellos movimientos que se encuentran al margen de las grandes coaliciones.
El PRO ha decidido no participar en las primarias de la centro-izquierda,arguyendo que la verdadera primaria será la primera vuelta. Presentará a Marco Enríquez-Ominami como candidato presidencial y llevará candidatos al parlamento en la mayoría de los distritos.Esta estrategia presenta una inconsistencia brutal con el discurso político que llevó a la fundación del PRO, discurso que,a su vez,fue el sustento de la candidatura presidencial de Enríquez-Ominami el año 2010 y que parece seguir siendo el leitmotiv fundamental del partido: la crítica a la falta de democracia y participación en los partidos tradicionales.
El hecho es que mientras la Concertación / PC-IC y la Alianza elegirán en primarias ciudadanas, democráticas y abiertas a su candidato presidencial y muchos de sus parlamentarios, el PRO designó a su candidato entre cuatro paredes.Y lo mismo probablemente hará con sus candidatos al parlamento.
Si estos últimos obtienen poca votación,y a la vez evitan doblajes de la centro-izquierda, el PRO será acusado de trabajar por la derecha al presentar candidatos poco legitimados por la ciudadanía, lo que dañará irremediablemente su imagen futura. Con esta estrategia, su única posibilidad de éxito es que Enríquez-Ominami pase a segunda vuelta con Michelle Bachelet, o que elija al menos cuatro o cinco parlamentarios sin alterar mucho el resultado total de la centro-izquierda. Ambas tareas se ven titánicas.
El PRI, luego de la partida de sus dos diputados -quienes,por cierto, serán parte de la plantilla Concertación / PC-IC, sean electos en primarias o bien designados en cupos protegidos-, se encuentra en una situación compleja.El partido ha decidido no participar en las primarias de las grandes coaliciones y, hasta ahora, no posee un candidato presidencial propio. Hoy debe decidir bajo qué mecanismos elegirá a sus postulantes y cómo evitará que estos terminen alineados con alguno de los candidatos presidenciales mayoritarios.
Chile Primero es en la actualidad, un movimiento totalmente desarticulado. Luego de su affaire con Tomás Jocelyn Holt -hoy ya desahuciado- se encuentra sin mayor rumbo político y, muy probablemente, terminará entregado a quien le presente alguna oferta parlamentaria que permita mantener vivo al partido. No sería raro ver a Chile Primero en una lista común con el PRO y apoyando a Enríquez-Ominami como candidato presidencial.
Por último, Revolución Democrática (RD) es quien tiene el escenario más fácil pero a la vez más complejo, pues su problema no es político,sino que está relacionado con la madurez de sus dirigentes y con entender que la política democrática significa compromisos, acuerdos y no valores y programas “intransables”, especialmente en el contexto restrictivo que impone el sistema binominal.
Los líderes de RD tienen enormes deseos de participar en las primarias parlamentarias de la centro-izquierda, lo que les permitiría posicionar fuertemente a sus candidatos y darles altas chances de triunfo en diciembre. A su vez, la centro-izquierda estaría feliz de contar con ellos: es una fuerza joven, legitimada, y que puede proveer interesantes cuadros técnicos para un eventual gobierno.
El problema es que a la par con pedir participación en las primarias parlamentarias de la centro-izquierda, se niegan a ser parte de sus primarias presidenciales,reservándose el derecho de apoyar a un candidato diferente del que emerja de dicha instancia (¿Marco Enríquez?), o de presentar a su propio aspirante a La Moneda. Más aún, señalan que apoyarán a las mejores personas en los distritos en los que no postulen.
El argumento esgrimido es que el movimiento “no da cheques en blanco”,deseando ver primero el programa presidencial antes de decidir sus apoyos. En resumen, quieren tener todos los beneficios de un pacto con la mayoría de la oposición, sin asumir ninguno de sus costos. Esto, ciertamente, es inaceptable para la centro-izquierda unida en el pacto Concertación / PC-IC.
La lógica de RD es a la vez,políticamente falsa y moralmente cuestionable.
Políticamente falsa pues el programa presidencial sólo se construirá después de las primarias, y representará un compromiso o acuerdo entre los programas y visiones de todos los candidatos y partidos que hayan participado en ellas. Más aún, por ser Chile un país presidencialista, es muy posible que quien resulte electo se transforme en una voz central en la construcción del acuerdo programático. Así, si RD pretende ver un programa para decidir si participar o no de primarias, sólo demuestra su falta de conocimiento respecto al funcionamiento del sistema democrático.
Es cuestionable además en términos éticos,¿o se puede explicar de alguna forma razonable que un postulante al parlamento no apoye al candidato presidencial de su lista? y viceversa, ¿que un aspirante a la presidencia apoye -por ser de su lista- a alguien que no cree en su programa o en sus capacidades?
Así, los escenarios para RD son dos: o se incorpora al pacto Concertación / PC-IC con todos los beneficios, pero también los costos en legitimidad, e incluso en militancia que ello pueda implicar, o decide llevar candidatos en una lista propia (¿o en alianza con el PRO, PRI, Chile Primero?).
Esta última opción mantendrá su legitimidad y dejará contentas a sus bases más anti-concertacionistas, pero ciertamente estarán totalmente alejados del poder por los próximos cuatro años.